Ricardo Hausmann
Project Syndicate
Para los pesimistas, la introducción de nuevas tecnologías para propósitos generales –como la impresión 3D (en tres dimensiones), la inteligencia artificial, y el internet de las cosas– amenaza la demanda de mano de obra; sin nuevas formas de solidaridad social, como un ingreso básico universal, el futuro será de una indigencia generalizada. Para los optimistas, los últimos avances, como otros que han hecho progresar a la humanidad, prometen generar niveles de prosperidad sin precedentes.
Probablemente en este momento sea imposible decir cuál de los dos bandos tiene razón. Según lo expresó el físico Niels Bohr: “Es muy difícil predecir, sobre todo el futuro”. Para un sistema complejo, como lo es la economía mundial, ya es suficientemente difícil comprender el pasado, el masivo declive del empleo en el sector manufacturero durante los últimos veinte años en casi todos los países. Es más fácil establecer los vínculos causales que pueden determinar el resultado.
El desplazamiento masivo de mano de obra no es un acontecimiento novedoso. Los luditas de principios del siglo XIX se sublevaron en contra de los telares mecánicos que estaban reemplazando la producción textil artesanal. Casi 60 años después, en 1860, el empleo en el sector agrícola estadounidense llegó a su máximo al alcanzar el 53% del empleo total. Hoy día, representa menos del 3%.
De hecho, desde apenas 1980, en la mayoría de los países se ha producido una importante disminución del empleo en la agricultura. En algunos, como Portugal, Malasia, Turquía e Indonesia, el porcentaje cayó más del 20%, mientras en otros, como Grecia, Italia, Bulgaria, Hungría, Estonia, Polonia, Filipinas y Sri Lanka, el descenso fue de más del 10%.
Y no se trata solo del sector agrícola. De acuerdo a los Indicadores del Desarrollo Mundial, desde 1990, el porcentaje del PIB correspondiente a la industria manufacturera ha disminuido en 100 de los 124 países que reportan sus datos.
Entonces, si giros importantes en la composición del empleo han sido la norma, ¿qué hace que los cambios que hoy en día impulsa la tecnología resulten tan alarmantes?
Fundamentalmente, la tecnología es una manera de transformar “el mundo tal como lo encontré” al “mundo tal como quiero que sea”, de pastos a leche, de soja a filetitos de pollo, de silicio a teléfonos inteligentes. Y depende de tres formas de conocimiento: el incorporado a las herramientas; el codificado en recetas, manuales y protocolos; y el conocimiento tácito o knowhow que está en los cerebros. Casi siempre, estas tres formas de conocimiento se complementan entre sí: como el café y el azúcar, mientras más se consume de uno, más se desea de los otros. Sin embargo, el progreso tecnológico ocasionalmente sustituye a uno por otro, como sucede con el té y el café.