A Zoilita le gustaba el Valle del Chota. Disfrutaba del clima caliente y de la cercanía del río. Tenía amistades en todo lado, le invitaban a fiestas a cada rato, estaba en los compromisos sociales, pero sobre todo, acompañaba a los velorios y a los entierros como una obligación solemne.
Zoila Espinosa Minda era querendona del Valle del Chota porque había nacido allí, justo en el pueblito del mismo nombre. Cuando era niña, aprendió las costumbres de los negros, sus decires y tradiciones, entre otros motivos porque era la preferida de su abuela, la matriarca del pueblo, que era la fundadora de la gran fiesta de Nuestra Señora de las Nieves.
Comenzó sus estudios en la escuelita de Chota donde el maestro era don Salomón Chalá. Por mejor hacer le enviaron a estudiar en Ibarra, pero no se enseñó en la escuela de la Concepción y se regresó al Valle, no sin haberle gritado a una monja racista que le amargaba la vida.
Pero Zoilita no era peleona. Se la conocía más bien por muy sociable y comedida. Le gustaba la gente, el trato social, la tertulia, pero sobre todo el baile. Y, desde luego bailaba muy bien. Ella y su hermana Aidita fueron las pioneras del famoso baile con la botella en la cabeza, que presentaban en las fiestas y ocasiones especiales, hasta con los jefes de Estado. Le fue tan bien bailando que llegó a campeona internacional entre parejas de la tercera edad.
Vivió la mayor parte de su vida en Ibarra, una ciudad a la que amaba mucho, porque allí le habían querido y apoyado. También vivió en Quito, donde nacieron algunos de sus hijos. Era andariega y disfrutaba de los viajes. Pero siempre volvía al Valle, con cualquier razón o pretexto.
Zoilita se hizo conocer por sus comedimientos y por el baile, pero era mucho más que una comedida bailarina. Era una gran mujer de trabajo que, en medio de la pobreza, crió y educó a una larga familia. Además, dirigió y participó en no pocos empeños comunitarios y barriales en Chota e Ibarra. Era una de las dirigentas de las madres de familia del Valle, que realizaban actos de apoyo y reciprocidad…. Y, desde luego, bailaban bastante.
Sobre todo en sus últimos años, cuando ya se había jubilado, tenía tiempo para las actividades sociales, fue la líder indiscutida de las señoras de la tercera edad, pero cualquier ocasión era buena para mostrar y defender su propia cultura, la de los negros. Por ello se la consideraba un símbolo de la identidad de los afro ecuatorianos. Aunque, la verdad sea dicha, a ella no le gustaba nada que le digan “afro”. “Yo ca negra soy”, repetía.
Ahora Zoilita, muerta luego de una vida plena, vuelve otra vez al Valle para ser enterrada en Chota, tierra de sus mayores. Su memoria será cada vez más el testimonio de la mujer que sabe querer a su gente, luchar por la vida, apreciar lo propio y también bailar.