No necesitamos conocer el estado mental de una persona, sus sentimientos, personalidad, planes o proyectos, para estudiar la conducta humana. Para por qué las personas actúan como lo hacen, lo único que necesitamos saber es que circunstancias provocan que actúen de ese modo.
El ambiente en el que vivimos no es simplemente el escenario de nuestras acciones, sino, que hace que seamos como somos, las personas son el resultado de nuestra interacción y adaptación al medio en el que vivimos, nuestras acciones libres, voluntarias y democráticas hacen que no seamos seres autónomos, sumisos o ejecutores de órdenes con una personalidad débil adaptada a las circunstancias o al falso liderazgo que aglutina el poder para mandar, disponer y hacer que se cumpla la voluntad del soberano y de su “proyecto político” a cualquier precio.
La gente muchas veces está dispuesta a someterse a distintas formas de control basándose en la aversión o el incentivo con tal de satisfacer sus objetivos sociales y económicos, muchas personas odian sus trabajos, pero siguen en ellos por las consecuencias que se derivan al no tener trabajo y no disponer de ingresos económicos, es decir, se someten al control hostil, amenazante y condicionado de la “autoridad” a cambio de incentivos económicos o jerárquicos, creando así las condiciones para delinquir.
El castigo, la mentira o el engaño es la manera más torpe de tratar a la gente para que cumpla un trabajo, se integre a un grupo social o se someta al orden constituido. La sociedad necesita cambiar la conducta de la gente con acciones, oportunidades y alternativas que generen confianza, responsabilidad, seguridad y bienestar social y familiar que vaya más allá de la libertad y la dignidad.
El diseño de mejores entornos sociales y comunitarios, estimula a las personas para que actúen de manera distinta, racional y correcta solo se logra con el ejemplo, viviendo en libertad y practicando la democracia.