Autoridades resguardan los cuerpos de los aficionados muertos en el Estadio Nacional de Tegucigalpa el domingo 28 de mayo de 2017, en Tegucigalpa (Honduras). EFE
A cuatro dÃas de la muerte de cuatro hondureños aficionados al fútbol a causa de una avalancha en el estadio Nacional de Tegucigalpa, nadie ha dado un paso al frente para asumir alguna responsabilidad.
El domingo 28 de mayo el Estadio Nacional, repleto por unos 30 000 espectadores, estaba listo para una fiesta deportiva por el partido de vuelta de la final del torneo Clausura entre el Motagua y el Honduras Progreso, que el primero ganó por goleada 3-0 y se proclamó campeón.
Pero en este paÃs donde el fútbol es el deporte más popular y por lo tanto sinónimo de pasión, la fiesta fue empañada por la muerte de cuatro aficionados.
Uno de ellos, Carlos Alfonso Torres, de 58 años, estaba ligado al Motagua de Veteranos y fue sepultado en su municipio natal, Cedros, unos 70 kilómetros al noreste de Tegucigalpa.
A Carlos Alfonso la familia le cumplió una petición que siempre hizo: que cuando muriera sobre su ataúd le colocaran una camiseta azul del Motagua, porque era “el equipo de sus amores”, relató el lunes su hermano Héctor Oswaldo durante el sepelio.
Hasta ahora ninguna autoridad encargada de la seguridad de los aficionados se ha responsabilizado por lo ocurrido en el estadio Nacional, en el que las entradas para el partido se comenzaron a vender en las taquillas desde el viernes.
La SecretarÃa de Seguridad informó el mismo domingo, tras la tragedia, que hubo una venta masiva de boletos falsos y que al momento de la avalancha en el portón número 11 del estadio, la multitud de aficionados querÃa ingresar a la fuerza porque faltaban pocos minutos para que comenzara el partido.
Según la versión oficial, la PolicÃa Nacional también instaló seis anillos de seguridad para un control de los aficionados, lo que al parecer se hizo a medias porque dentro del estadio abundaron bengalas, sombrillas y otros objetos que no están permitidos en las gradas ni en otras instalaciones como las de silla y palcos.
Entre los hondureños ha surgido la pregunta: ¿por qué no se suspendió el partido si cuando se inició ya se sabÃa de al menos dos fallecidos en el portón donde se produjo la avalancha?
La respuesta que se ha dado es que la PolicÃa Nacional habrÃa recomendado que no se suspendiera el partido porque podrÃa desatarse una situación peor a la que acababa de ocurrir en el sector del portón 11, donde quedaron tirados dos de los fallecidos.
Los otros dos aficionados murieron en el Hospital Escuela Universitario.
El portavoz de la Liga Profesional de Fútbol, Gustavo Caballero, dijo cuando estaba por iniciarse el juego que lo único que se podÃa hacer era declarar “un minuto de silencio”, del que muchos jugadores y aficionados no se enteraron de su razón.
La mayorÃa de los aficionados no sabÃan qué pasaba porque en el estadio, debido a tantos teléfonos móviles, no habÃa señal, por lo que no se podÃa acceder a ninguna fuente de información.
La junta directiva del Motagua ha respondido que no hubo sobreventa de boletos y que ese extremo lo pueden demostrar ante cualquier autoridad.
El presidente del Motagua, Pedro Atala, dijo tras finalizar el partido que era lamentable la muerte de los cuatro aficionados, que no habÃa “nada que celebrar”, y ofreció ayudar en lo posible a las familias de las vÃctimas.
El Motagua también informó el mismo domingo que su personal habÃa descubierto que se estaban vendiendo boletos falsos y que alertó de eso a la PolicÃa Nacional, que por reglamento asumió el control del Estadio Nacional 48 horas antes del partido.
La PolicÃa Nacional no ha dicho si procedió a investigar en el momento la denuncia del Motagua sobre los boletos falsos.
Efe conoció de al menos un médico que llegó con su boleto al sector de silla, que están todas enumeradas, pero no pudo sentarse porque la suya alguien la habÃa ocupado.
Ahora han comenzado a trascender versiones extraoficiales de que el Estadio Nacional podrÃa ser sancionado y que el Motagua, fundado en 1928 y el segundo con mayor afición en el paÃs, serÃa suspendido por dos años, lo que no aceptarÃan sus directivos.
Por ahora no se sabe quién responderá por los muertos del 28 de mayo en el Estadio Nacional. Quizá el caso quede en la impunidad como muchos otros de violencia en algunos estadios hondureños, entre barras de equipos, con saldo de fallecidos y lesionados.