Tiempo atrás, en un evento de respaldo a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, Conaie, un reconocido sociólogo hacía notar cómo, a diferencia del Presidente boliviano, que “procuraba amigarse con todos”, su par ecuatoriano se abría frentes por todo lado.
En efecto; en la clase médica nacional, por ejemplo, propició un creciente malestar por decisiones adoptadas en su gobierno. El abusivo despido de médicos con muchos años de servicio público, obligados a abandonar intempestivamente sus consultorios, sin miramiento ni consideración alguna, caló hondo en el gremio.
El respeto a los maestros, como “a los autores de nuestros días”, según el juramento hipocrático, es uno de los valores médicos universales, cuyo atropellamiento propició el natural y consiguiente rechazo. El visceral cuestionamiento a la capacidad de gestión de los médicos en instituciones de salud, y su reemplazo por economistas o administradores, ha sido otra decisión objetada…y equivocada si nos atenemos a evidencias mundiales que han demostrado que los médicos – debidamente formados – son mejores gerentes; y que la separación entre el saber médico y el conocimiento gerencial se asocia a peores rendimientos.
Fuera de toda duda queda la valía de aportes multidisciplinarios. El facilismo de la vinculación de médicos extranjeros de dispar competencia y experiencia, a quienes se exime del año de ejercicio de salud rural, obligatorio en Ecuador, entre otras concesiones, ha generado también insatisfacción.
¿Unidades de pie diabético manejadas como auténticos guetos sanitarios cubanos en hospitales ecuatorianos? La medicina es una ciencia esencialmente colaborativa cuyos avances se forjan al calor de diversidad de aportes, no importa su origen, pero en similitud de exigencias y retribuciones.
El repudio mayor, sin embargo, se ha dirigido al errático tratamiento de la responsabilidad médica profesional –inadecuadamente definida como mala práctica- que concluyó con su penalización por homicidio culposo cuando hayan concurrido acciones “innecesarias, peligrosas o ilegítimas”; tipicidad altamente subjetiva -lejana a la naturaleza del ejercicio médico- sobre la cual debe pronunciarse un juez lego en la materia, más allá de peritajes no siempre bien calificados o intencionados.
La manifiesta aspiración presidencial por extremar las penas, sumada al desconocimiento de acuerdos con representantes gremiales, ahondó diferencias. Una prolija regulación del tema, desde una perspectiva ponderada que mire en toda su complejidad sus múltiples aristas -incluyendo la sensible relación médico paciente–, se impone. El inicio del nuevo gobierno es la oportunidad para restablecer relaciones de respeto mutuo con médicos y profesionales de la salud, basadas en políticas de salud…ojalá esta vez, acertadas.