A las 11:00 del jueves pasado, las puertas de la iglesia Santa Catalina, en las calles Flores y Espejo, en el Centro Histórico de Quito, estaban cerradas. Una pequeña ventana de madera que da a la Flores permanecía abierta. Desde allí se podía mirar la escultura de un Cristo crucificado dentro de una urna de vidrio.
Desde hace cuatro años, la iglesia está cerrada de lunes a sábado. La única misa pública que se celebra en la semana es la del domingo, a las 09:00.
Sor Mercedes, superiora del monasterio Santa Catalina y encargada de la administración de la iglesia, contó que la decisión de mantener cerrado el templo se la tomó después del robo de la escultura de María Magdalena.
La figura estaba ubicada en el retablo del calvario, ubicado a la entrada de la iglesia, en el lado izquierdo. Desde entonces, las misas diarias se celebran solo para las monjas del monasterio.
María Cando, de 52 años, vive en el barrio San Blas. A las 12:45 caminaba por el sector, se detuvo frente a la puerta cerrada de la iglesia, se acercó y depositó su limosna en el ánfora del Cristo que se muestra hacia la calle.
Cando camina a diario por la calle Flores, esa es la ruta que sigue para llegar a su trabajo, un puesto de caramelos en la Escuela Sucre. Recuerda que cuando las puertas del templo estaban abiertas, entraba a rezar antes de ir a su sitio de trabajo. “Ahora debo conformarme con la misa del domingo y con verle al Cristo desde la ventana”.
Junto a la iglesia, en la calle Espejo, está el museo del monasterio. Un guardia de seguridad custodia el lugar desde hace dos años. “Para abrir la iglesia todos los días, necesitaríamos contratar a otra persona y ese es un gasto que no podemos costear”, asegura sor Mercedes.
Con esa opinión coincide el padre Augusto Albuja, párroco de la iglesia San Sebastián, otra del centro que permanece cerrada. “Varias veces encontré forzadas las ánforas donde los fieles depositan las limosnas. En la parroquia no contamos con presupuesto para contratar guardianía”.
Por esa razón, Albuja decidió abrir la iglesia únicamente para celebrar las dos misas del día. La primera a las 07:00 y la otra, a las 17:00. Esta iglesia, ubicada en la Antonio Borrero y Loja es una de las más antiguas del Centro. La edificación tiene 400 años.
Hasta hace unos 10 años, la misa se celebraba todos los días a las 19:00 y la iglesia permanecía abierta hasta las 21:00. Ahora, aunque a media cuadra hay una Unidad de Policía Comunitaria, Albuja reconoce que no se atreve a autorizar que las puertas se abran durante todo el día.
En la calle Francia, en el barrio La Loma Grande, hay otra iglesia, ubicada a cinco pasos de la Unidad de Policía Comunitaria.
Allí se celebran misas solo los fines de semana, dos el sábado y dos el domingo. Para el párroco Juan Calisto, una de las razones es la falta de interés de los fieles para escuchar las plegarias. “Cuando se celebraban misas de lunes a viernes, a las 07:00, acudía una o máximo tres personas”.
Los domingos en las tres iglesias todas las bancas de madera están ocupadas por feligreses. Hay quienes se acomodan en los pasillos para escuchar el sermón.
Mercedes Almache tiene 81 años y no está de acuerdo con que las iglesias permanezcan cerradas. Ellas es devota de la Virgen María y dice que querría tener la libertad de entrar al templo cuando su corazón le pide.
“Hay días que amanezco muy deprimida y siento esa necesidad de arrodillarme frente al Cristo crucificado y pedirle que me dé tranquilidad. No puedo esperar que sea sábado o domingo”.
El pasado jueves, dos personas fotografiaban la fachada de la iglesia de la Loma Grande. Las paredes de ladrillo visto estaban bien cuidadas, al igual que las pesadas puertas de madera. Los dos turistas se preguntaban ¿Qué habrá adentro?.
Frente a los portales de las iglesias de San Sebastián y de Santa Catalina también había personas que se detenían para contemplar la belleza arquitectónica. Las que estaban acompañadas conversaban en voz baja.