Si los peones lo sabían, ¿cómo es que el mayordomo no? Ni un tonto ciego se tragaría ese disparate. ¿Hasta cuándo ese quemimportismo de “dejar hacer-dejar pasar”?, “Que haga obras aunque robe”. Esto no es más que una manifestación de ese ocioso y cobarde concepto con el que tratamos de justificar que todo lo que sucede lejos de nuestro entorno no es problema nuestro. Olvidamos que todo lo que existe en ese cuadrante llamado Ecuador, pertenece a todos y cada uno de sus ciudadanos y, por lo tanto, es nuestra obligación supervisar hasta la saciedad, la administración de los recursos que en ella existen.
La ciudadanía, por voluntad propia, por respeto a la verdad y las leyes de la nación, debería organizar ya, una junta fiscalizadora a fin de rescatar la claridad acerca de todos los contratos adjudicados a punta de dedo. Es imperativo no olvidar que son nuestras pertenencias las que estos revolucionarios han despilfarrado inmisericordemente.
Si se encuentran desórdenes en tales contratos, que perjudican la integridad económica de la nación, los culpables deberán ser castigados con severidad, no solo para establecer precedentes de justicia, sino para que el pueblo sepa que sus bienes están siendo protegidos, que no están a la disposición de los advenedizos, oportunistas y falsos salvadores del pueblo.