Adivine, ¿quién es el Presidente que aborrece a los periodistas, se niega a contestar preguntas de los reporteros, no acepta que tengan oficina en la sede del gobierno, les acusa de mentirosos, insulta y desprestigia a los medios, dice que los periodistas son deshonestos y cree que el gobierno debe exigir cuentas a la prensa?
No es el que usted pensó. Es el flamante Presidente de Estados Unidos Donald Trump.
El nuevo Presidente del país que se creía el más libre del mundo, es igual a los pintorescos caudillos latinoamericanos que hemos visto en la última década.
Como ellos, se ha fabricado una leyenda sobre sí mismo y se cree un ser superior destinado a salvar a su país y establecer nuevas formas de gobierno.
Piensa, igual que ellos, que la prensa es un enemigo político, está convencido de que el oficio de los periodistas es calumniar al gobierno y favorecer a sus enemigos.
Como ocurrió con los envanecidos populistas que creyeron que al ganar la presidencia se convertían en dueños del país, también Trump ha declarado esta guerra por nimiedades.
Lo que indignó al nuevo Presidente es que la prensa se atrevió a decir que la ceremonia inaugural de Barack Obama tuvo mayor concurrencia que la suya. No importan los hechos ni las fotos para probarlo, contra ellos tiene “hechos alternativos”, la verdad solo incrementa su indignación; lo que importa es su verdad; según ella, la muchedumbre que asistió a la ceremonia inaugural de Donald Trump, ha sido la más numerosa de la historia.
Las guerras entre los caudillos y la prensa terminaron en América Latina con los países destruidos; queda por ver cómo terminará en Estados Unidos.
Se argumenta que existen allá instituciones, la famosa primera enmienda y jueces para proteger a la prensa y que funcionaron en el pasado; cierto, pero la realidad ha cambiado.
La prensa que tuvo un record de aprobación del 72% en la década de los setentas, tiene un record de caída al 32% y entre los republicanos al 14%.
Tampoco es, como en el pasado, la principal fuente de información, ni tiene la independencia financiera que le permitía enfrentar a los políticos. En esos tiempos la prensa se apoyaba en el gobierno para acceder a la información y el gobierno se apoyaba en la prensa para conocer la opinión de los ciudadanos, ahora la prensa se muestra vulnerable, insegura de su papel y con nuevos competidores. ¿Dará la batalla de otros tiempos a favor de la libertad de expresión?
Donald Trump ha declarado otras guerras que inquietan a México, a China, a Europa. Quienes le tildan de loco tal vez están suponiendo que busca un nuevo orden mundial, en sociedad con Vladimir Putin, sin los países pequeños que imponen su número en los organismos internacionales.
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