La desaparición en el escenario Latinoamericano de uno de los más importantes estrategas, como ha sido Fidel Castro, abre ventanas de oportunidad para el fin de la Doctrina Monroe y un cambio de actitud con las naciones de la región, en donde se ha tenido una especie de ruptura en los últimos años, como lo afirmo el Secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry.
Es a partir de la Crisis de los Misiles de Cuba, en que Fidel Castro aparece como un actor global, iniciándose como un peón en el ajedrez de las potencias que pusieron al mundo en la tensión de una conflagración nuclear.
Fidel Castro patrocinado por la URSS, se transforma en la punta de lanza para la presión de Kroushtchev sobre los Estados Unidos y como un propulsor de las luchas revolucionarias, en Centroamérica, Sudamérica y también en África, como fue en Angola.
El Consenso de Washington, de 1982, ineficaz por su aplicación desigual por parte de los países, dio más sentido a la fractura Norte Sur y a la lógica dominante del neoliberalismo, mientras Castro se mantenía convencido en la lucha revolucionaria dentro de Guerra Fría estigmatizada como la década pérdida.
Con la disolución de la URSS, se dio inicio a la Pax Americana y a un nuevo orden mundial, como el Fin de la Historia predecía Fukuyama, mientras con el colapso comunista Cuba veía cortado el apoyo desde Rusia.
Fidel Castro da un nuevo enfoque a su estrategia regional. Despliega un liderazgo cautivador basado en el antiimperialismo, antiglobalización y lo sella con el Foro de Sao Paulo en 1990, con un verdadero repunte ideológico socialista. La teoría marxista de la dependencia se adecua en la teoría Centro Periferia, remozada con modelos progresistas de corte populista.
Sin embargo, la filosofía de John Holloway, imprime un sesgo a las revoluciones armadas. “Cambiar el mundo sin tomar el poder” refuerza la vía electoral, en un verdadero retorno al Estado maximalista aventajado por un precio del petróleo cuadruplicado.
El presidente Hugo Chávez, extasiado por Fidel Castro enuncia su liderazgo regional. Crea el ALBA, CELAC, UNASUR, más que como órganos internacionales de integración para prevenir conflictos, como mecanismos de confrontación antiimperialistas.
La apertura de las relaciones diplomáticas de Cuba con los Estados Unidos, desvanece el núcleo duro de la geopolítica regional. Los modelos progresistas carcomidos por la corrupción, dejan a los países en la disyuntiva: seguir el post Consenso de Washington, de Stiglitz, para reducir la pobreza basada en un crecimiento económico y en medidas distributivas o seguir cautivos de la estrategia geoeconómica de desindustrialización China, mediante fusión y adquisición cimentada en créditos, vinculados a sus propios proyectos, en una dependencia creciente sin fin.