El Partido Comunista Chino, que gobierna el país de 1.300 millones de habitantes, se propuso desarrollar desde 1978, con el líder Deng Xiao-Ping, una “política socialista de mercado” para “la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada” como dice el poderoso Presidente Xi que visitó Ecuador la semana pasada. Para eso planifica y ejecuta sus planes quinquenales inclusivos de modernización, de manera que el progreso llegue a la mayoría de la población.
Cuando visité China, hace 22 años, noté en sus autoridades la avidez de proveerse de metales y petróleo. En ese entonces compraron al contado una mina de hierro del Perú en USD 230 millones y preguntaban por metales en el Ecuador. Al mismo tiempo inauguraban hoteles de 5 estrellas con inversión extranjera aplicando la fórmula pragmática de entregar el terreno del hotel en comodato por 50 años a cambio de una parte fija de su rentabilidad anual.
La relación económica importante con China se dio en un contexto en que necesitaba petróleo y metales y Ecuador tenía avidez de financiamiento porque las fuentes occidentales se secaron debido a la política de enfrentamiento del gobierno de Correa con los acreedores de la deuda externa. Aquella ha sido una relación conveniente para los dos lados, exenta de intenciones proselitistas de carácter político pero con asimetrías irremediables por el desigual poder de negociación.
En estas circunstancias, todo financiamiento es bueno en la medida que sirva para proyectos productivos importantes, como las hidroeléctricas, pero en el caso del chino tiene ciertas condiciones inconvenientes que nacen de una relación asimétrica, ya que ganan mucho los chinos en tasas de interés y precios de ejecución de las obras. Por eso es básico un cambio sustancial de estas relaciones para privilegiar mas bien a las inversiones de riesgo que China podría hacer para generar producción exportable a China y a la Unión Europea. Por ejemplo si se insiste en construir la refinería de Manabí se debe hacer con inversión extranjera que asuma el riesgo y no a base de créditos. No debemos endeudarnos tanto para un proyecto altamente intensivo en capital que da pocos empleos, que es lo que más necesita el Ecuador. Si fuera un buen proyecto China invertiría.
Los planes de esta potencia importadora prevén que la población urbana crezca rápidamente, por lo que el consumo se diversificará a bienes de alto precio en cuyo caso se aumentará la exportación de bienes como camarones ecuatorianos, flores, chocolates, frutas exóticas y otros productos nuevos. Inclusive el turismo, para no solo insistir en productos de pequeño valor agregado como el banano.
Entonces nuestras relaciones económicas con esta potencia mundial deberán continuar creciendo, más aún si la realidad no le pone en su lugar a Trump y sus amenazas llegan a afectar a las relaciones económicas con el Ecuador.