Que nuestra piel se erice al sentir miedo es una herencia de la época en la que estábamos cubiertos de pelo. Foto: Captura de pantalla
El ser humano está expuesto a muchas emociones. El miedo o la sorpresa nos provocan distintas sensaciones en la piel. Se nos erizan los bellos al enfrentar un momento inolvidable junto a nuestra pareja, presenciando a nuestra banda favorita, o simplemente debido al frío. Aunque no lo creas la reacción del cuerpo tiene una justificación científica y de supervivencia. ¿Sabes de qué se trata?
Según una nota publicada por la BBC, en la parte más profunda de la dermis se encuentran las glándulas sudoríparas, el tejido graso, los bulbos pilosos y una fina musculatura que opera sobre los poros, dilatando y contrayendo esos diminutos esfínteres con la finalidad de mantener la temperatura. Si hay un exceso de calor se abren para liberar sudor y contribuir al enfriamiento corporal por evaporación. Si hay una falta de calor (frío) se contraen y cierran para evitar la pérdida de más calor.
Cuando este grupo muscular —llamado musculus erector pili o músculo horripilador— se contrae, el poro se cierra, la piel forma un bultito alrededor del folículo y el pelo se eriza, dando como resultado la piel de gallina.
Aunque nuestro cuerpo no está tan cubierto de pelo como en tiempo prehistóricos, en otros animales peludos es un mecanismo bastante útil para mantener el calor, pues al erizarse el pelaje se hincha en su conjunto y proporciona una capa aislante de tamaño mucho mayor.
En el caso del susto o miedo, el pelo erizado permite exhibir un mayor tamaño del cuerpo que se presenta como amenaza. Desde esa perspectiva, nuevamente en el mundo animal es cuando más podemos evidenciar estos casos, como en los bosques con los osos, o ya en casa con los gatos presentando un aspecto amenazador cuando mantienen el vello erizado.