El 21 de Octubre/16 el Presidente electo del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, en ceremonia especial ofreció a Dios la Consagración del Perú, y la actividad de su mandato en el ejercicio de sus altas funciones. Soy católico. He presenciado y oído la oratoria de docenas de Presidentes en casi todo el mundo y nunca he escuchado palabras tan bellas como las manifestadas por el señor Kuczynski.
La reflexión que me hago es concreta y lógica. Sin desestimar otras religiones, y con algunas excepciones, los ciudadanos del universo entero llevan en su interior el sentimiento espiritual que los guía.
¿Por qué, entonces, las autoridades políticas que conducen a las diferentes naciones jamás mencionan en sus actividades la presencia cercana y permanente del Padre Celestial? ¿Por qué no ofrecen actuar, en las obligaciones para las que fueron elegidos, bajo las enseñanzas, y acciones de quien mostró al mundo, hace dos mil años, la humildad, cercanía, fraternidad, entrega, honestidad, sacrificio, unidad que llevarían a un pueblo –cualquier pueblo- a constituir la sociedad anhelada y buscada en tantas generaciones?
Por eso me impactaron tanto las palabras de Pedro Pablo Kuczynski, Presidente del Perú, que comenzó pidiendo perdón a su país por alguna falta cometida en épocas anteriores y ofreció gobernar de acuerdo a las enseñanzas recibidas en el contexto de su catolicismo. Estoy seguro que algo parecido nos hace falta en nuestro país.