Es difícil entender cómo el ser humano trastroca sentimientos y procederes sanos por acciones repletas de odio, de soberbia desbordante, de intolerancia y despotismo. La constante agresión verbal, el abuso de una justicia maniatada y dependiente del interés e irascibilidad de quién la ha intervenido, la creación de una ley mordaza para la libre expresión que conculca uno de los derechos humanos más preciado del ser humano: la libertad de expresión. La ausencia de fiscalización de la gestión gubernamental, el desmedido gasto público, los ingentes préstamos millonarios a intereses cada vez más elevados y a plazos cortos. Los afanes de dividir a las fuerzas armadas y enfrentar tropa con oficialidad, para crear, como en otros lares, un ejército politizado y fusionado al poder. La utilización del dinero de los afiliados al IESS a través de bonos estatales entregados a la institución, el perjuicio a futuros jubilados, que aportan y han aportado durante su actividad laboral, para alcanzar un tiempo de júbilo respaldado en los ahorros.
La obligatoriedad de los futuros universitarios de acoger las profesiones que les señala el poder, el abuso del dinero estatal.
Todos, tristes sucesos que han copado la década que fenece.
Un país, un pueblo rebelde, maltratado, con conciencia libérrima, se siente indignado, humillado y ofendido. El mensaje inicial del gobernante, equilibrado, respetuoso y de total intolerancia a la corrupción se desvaneció en una gestión de características opuestas a las expresadas y permanentemente justificadas con lluvia de sofismas ante los colectivos impresionables y fácilmente convencibles.
Se respiran afanes de cambio, inunda el deseo de gozar del respeto de unos a otros, de vivir en paz, de considerarse hijos de una misma patria, anhelosos de tener una real libertad de expresión y dar vigencia al inmutable pensamiento de Voltaire “no estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.
El manejo escrupuloso del presupuesto nacional, del ahorro de los trabajadores, de los jubilados, de los profesores, la libertad de la juventud para elegir una profesión, la transparencia e independencia de la función judicial, el equilibrio de poderes, el control de la gestión estatal, la honradez, experiencia, madurez , educación y respeto de los gobernantes son condiciones anheladas por el conglomerado social.
Velemos por la unidad y porque en conjunción de entrega, sacrificio, trabajo y esfuerzo podamos, bajo una conducción sería y transparente, sortear la angustiosa situación en que nos encontramos, para entregar a nuestros hijos y nietos un país recuperado, boyante, férreamente unido, en el que luchen juntos pobres y ricos, civiles y militares, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, por mejores logros comunes y por una patria grande y justa.