Los estudiantes de Odontología de la U. San Gregorio atienden en el albergue Reales Tamarindos, en Portoviejo. Foto: Patricio Terán/EL COMERCIO
Paredes trizadas y edificios completamente destrozados, donde funcionaban facultades y oficinas, no impidieron que la comunidad de la Universidad Laica Eloy Alfaro, en Manta (Uleam), se movilizara a favor de quienes también perdieron bienes y familia por el terremoto del 16 de abril.
La ayuda desde esta institución se ha concentrado sobre todo en la atención primaria a los damnificados tras la emergencia, más aún porque docentes, trabajadores y estudiantes de esta entidad también resultaron afectados. Así lo explicó Gisela Pantaleón, directora de Vinculación, quien coordinó -entre otras acciones- la recepción de donaciones en un centro de acopio que se instaló en la Universidad.
Pero la intervención de esta institución no se frenó en la emergencia. Así como otras universidades del país, la Uleam desarrolla varias actividades para atender a los afectados en el área de salud, atención psicológica y en un plan de reconstrucción de los sitios que presentaron más daños.
“La academia no es solamente en las aulas y conocimiento sino en la práctica. Y eso es, aunque parezca un poco doloroso ahora, un buen momento para aprender”.
Son diversos proyectos que se ejecutan con la experticia de los docentes y la cooperación de los estudiantes.
Así, la Uleam extendió un programa de capacitación a emprendedores, en esta ocasión dirigidos a quienes perdieron sus negocios. También, impulsa terapias psicológicas con los niños damnificados.
Desde otras aristas se trabajó en la Universidad San Gregorio de Portoviejo, que ha intervenido con atención en salud a los damnificados y soluciones habitacionales.
Desde la Facultad de Arquitectura se crearon tres modelos de vivienda con base a las posibilidades de pago como los bonos del Estado. Fue una actividad que se trabajó con profesores y la ayuda de los estudiantes de la carrera.
Juan Carlos Mera, decano de esta Facultad, dirigió el diseño de estructuras que pueden levantarse con materiales de todo tipo, incluyendo los reciclables, y tomando en cuenta las cualidades del suelo. Pero antes, esta misma área participó en un plan de diagnóstico de las zonas afectadas de Portoviejo, Jama, Manta, Pedernales y Bahía de Caráquez.
“El costo de las viviendas que proponemos, con materiales que se usan en la provincia, va de USD 12 000 a 14 000. También presentamos una propuesta para recuperar la zona comercial de Rocafuerte”.
Tras el terremoto, las clases y actividades se suspendieron en esta institución por dos semanas, pero apenas se reanudaron ya pensaron en la contribución. Los planes de arquitectura están ahora en etapa de presentación a las autoridades de Portoviejo.
“La Universidad ha trabajado en una reconstrucción integral, no solo física sino también económica, psicosocial y emocional de la población. Somos los profesionales más indicados para ayudar”, opina Jaime Alarcón, vicerrector de esta Universidad. En esa misión, cada una de las 12 carreras de esta Universidad han querido aportar.
Desde el área de comunicación, por ejemplo, se creó un programa transmitido por Televisión manabita (canal 30 en esa provincia) donde se debaten alternativas para la etapa del posterremoto. Mientras la especialidad de odontología, brinda atención y atiende a albergados del campamento del exaeropuerto Reales Tamarindos, en Portoviejo.
En una carpa adecuada como un gran consultorio se instalaron cuatro sillas reclinables con sus respectivos equipos. Quienes curan a niños y adultos son estudiantes de los últimos semestres. Pese al calor del lugar laboran con entusiasmo y aseguran que tienen las condiciones adecuadas.
Preocupados por la salud de los albergados, la Universidad Andina Simón Bolívar (en Quito) también promovió un plan con base en los conocimientos de su área posgrado de epidemiología.
El rector encargado, Jaime Breihl, afirmó que la Andina no se limitó a pensar en el corto plazo. “Tras el sismo se movilizó toda la energía de la Universidad hacia la solidaridad y surgió el proceso Andina Solidaria, que fue desde la ayuda inmediata hasta programas de acción”.
Se trata de un plan para prevenir propagación de enfermedades tropicales (como dengue o chikungunya), uno de purificación de agua -con la UDLA-, una ludoteca y capacitaciones a quienes ayudan a los damnificados. Se pensaron basados en que la reconstrucción, según Breihl, es un proceso que puede durar de tres a cuatro años.