Al igual que la minifalda, prenda femenina que la mayoría ha apreciado, las formas de manejo económico y político son cíclicas. Se ponen de moda por un tiempo, permiten ganancias a sus generadores, dejan resultados adversos en importantes grupos de la población, desaparecen por un tiempo para aparecer en otro, con ciertas innovaciones que vuelven a cautivar a las masas.
Exactamente eso está sucediendo con el populismo, cuya común definición refiere una cercanía con el pueblo y cuyo origen está en las crisis de las democracias liberales, el desgobierno, la manipulación de los partidos políticos y la concentración irracional de poder y de capital practicada por grupos de poder económico y/o social.
América Latina ha probado serios y largos proceso de este tipo de administración de sus países, Perón en Argentina es un ejemplo que releva de cualquier explicación. Aun hoy en día, se pueden apreciar rezagos no poco importantes del pensamiento y manipulación inventada por Juan Domingo y su esposa Evita, quienes a nombre de los descamisados, lograron fama y poder grandiosos.
Ecuador también lo ha vivido. Velasco Ibarra llegó -gracias a su lenguaje y actitud populista- cinco veces a la Presidencia, aunque
solo logró terminar una. Y, actualmente, varios países latinoamericanos son ejemplos vivientes de este esquema político de gobernar, cuyas estrategias en apariencia diferentes tienen un solo objetivo común: el poder.
Impresiona su regreso a la palestra y su capacidad de movilización.
La sorpresa la ha dado Podemos en España, con 60 y más diputados en las elecciones del 20 de diciembre, resultado que fue muy subestimado hasta el 19 y, más allá de eso, las aspiraciones vicepresidenciales del señor Pablo Iglesias, quien no escatima esfuerzos en aras de conseguir mando, incluyendo aún la separación de Cataluña y la ruptura del país.
Canadá, otrora conservadora y ponderada, ha sido noticia hace poco, por las declaraciones del señor Trudeau, quien tan pronto se convirtió en Primer Ministro, ha manifestado que, hará lo que la gente quiere que haga, declaración visiblemente popular, que sugiere una relación muy cercana entre el poder y el pueblo, claro perfil del populismo seductor.
Finalmente, la declaración socialista del precandidato del partido demócrata de Estados Unidos, señor Bernard Sanders, con ofertas típicamente progresistas, como la gratuidad de las universidades, el aseguramiento universal, la expansión de los beneficios sociales, su hostilidad con las grandes corporaciones e inversionistas, entre otras, parecen incluso poner en riesgo la nominación de la “favorita” Hillary a la Presidencia de Estados Unidos.
Conclusión: el populismo está de moda, su discurso fascina, la demagogia seduce. Los resultados económicos y sociales severos no son suficientes para revocarlo.