Unos hablan del “duro choque” y otros de una “fea batalla política” entre el Gobierno y los opositores venezolanos, luego del rotundo triunfo del antichavismo que unió sus fuerzas después de 17 años de derrotas.
Los últimos sucesos de Caracas han suscitado la atención internacional y a estas alturas el dúo Maduro-Cabello mueve los hilos para desprestigiar y desconocer a la nueva asamblea. A su vez, el presidente de la legislatura, Henry Ramos Allup, amenaza con dar paso a la destitución -constitucional y pacífica, dice- del presidente Nicolás Maduro en un plazo de seis meses y toma medidas que dan paso a las protestas del oficialismo, todo en un ambiente belicoso y un futuro incierto.
El nuevo panorama venezolano llama la atención global, como un momento interesante y trascendente. Esta etapa histórica se inició con el golpe militar del coronel Hugo Chávez, en 1992, que fue frustrado por el gobierno del discutido presidente Carlos Andrés Pérez.
Luego, el discurso chavista al salir de la cárcel dio paso a un personaje de alto relieve, identificado como líder bolivariano que logró apoyo popular pero también fue sumando adversarios en sus 14 años de gobierno.
Su muerte, en el 2013, abrió el camino para que un chavista polémico y luchador, Nicolás Maduro, llegue a la Presidencia, apoyado especialmente por el jefe de la Asamblea, Diosdado Cabello, varias veces acusado y también siempre listo para enfrentar duramente a los adversarios.
El escenario es un país que fue llamado Venezuela-Saudita pero que enfrenta una crisis económica y problemas. Un tema crucial es la prisión de más de setenta adversarios políticos, entre ellos Leopoldo López, acusados de incitar a la violencia.
Los votos chavistas bajaron mientras subían los precios, escaseaban productos, aumentaban delitos. La baja del precio del petróleo y la unidad de la oposición contribuyeron a la debacle electoral y abrió las puertas a la grave confrontación.
El presidente de la Asamblea opositora, Ramos Allu, mostró en sus primeras actuaciones su anunciado antichavismo y se ganó las críticas de los opositores cuando ordenó retirar de la legislatura las imágenes de Hugo Chávez y también “las que no sean el retrato claro de Simón Bolívar”.
Añadió “que se las lleven a Miraflores -el palacio presidencial- o se las den al aseo”. La protesta oficialista fue total. También cuando Ramos Allu tomó el juramento a tres asambleístas opositores que habían sido suspendidos por el Tribunal Supremo de Justicia.
El Gobierno pidió a dicho tribunal que declare nulas todas las decisiones de la nueva Asamblea, a la que acusa de desacato. Ramos dijo que el retiro de las imágenes no era un abuso suyo sino de quienes las colocaron en un recinto neutral.
Pero hay diez o cien temas más para el enfrentamiento y la discordia. ¿Será posible un acuerdo para propiciar la recuperación de un país quebrado y dividido? ¿O esta batalla política terminará con un sistema seudo democrático sin poder Legislativo?