Como señalan Anzorena, 2012; Booher, 2008; Ehrlich, 2002, la calidad de nuestra comunicación afecta el entorno, nos relaciona y define pautas de seguridad y confianza así como de efectividad para alcanzar los objetivos con los demás. Nuestra afectividad se ve puesta de manifiesto en cada palabra, en cada escrito.
Siempre estamos comunicando. Es imposible no comunicar. Aún nuestro silencio y lenguaje no verbal comunican. Nuestro modelo mental nos define en cada interacción. Las emociones se vierten en cada comunicación. La clave está en anticipar nuestras emociones y saber canalizarlas al comunicarnos. Antes de responder debemos haber tenido una escucha atenta y activa. Hay procesos de comunicación no verbales que requieren del papel o del correo electrónico para poder ser medidos, asegurados y evaluados. En establecimientos educativos y toda institución –incluido los hogares- debe propiciarse una dinámica que nos relacione de manera afectiva y efectiva entre todos.