Estimados lectores, estoy seguro que ustedes como yo nos hacemos la misma pregunta: ¿Por qué con tantos presidentes que hemos tenido, ninguno como el de hoy nos ha sorprendido con tantos honoris causa?
Es que acaso aquellos que lo precedieron no tuvieron tanto talento, quizás fueron más modestos, los obtuvieron pero con menos gritos, bailes y fiestas públicas. Aparentemente, ¿los escogimos pues eran lo mejor de lo mejor, pero ninguno de ellos aparentemente recibió un solo honoris causa? Sorprende más cuando la gran mayoría de estos expresidentes han enmudecido, con la excepción del Dr. Osvaldo Hurtado y del coronel Lucio Gutiérrez y ocasionalmente Abdalá Bucaram desde el exilio. Los demás no. Uno hace de historiador, otro defiende el trazado del Metro de Quito. El que ha enmudecido más teme perder su pensión.
Sin embargo, muy pocos afrontan la conducción del Gobierno, nuestra pesadilla. Aparentemente los que antes cantaban, hoy ya no son ni susurros. Quien hoy nos representa tan pero tan eficientemente en el mal gasto, ha recibido estas distinciones más que ningún otro, ¿es que existe tanta diferencia? ¿Tenemos un verdadero portento, o no será que existe una rama especializada, destinada a trabajar en apuntalar la imagen del Mandatario? Pero, damas y caballeros no dirían ustedes que aunque los de a pie no seamos tan pero tan inteligentes, ¿no creen que se les fue la mano?
Sorprende también que estos títulos han sido conferidos por universidades extranjeras. Nuestras universidades centenarias, conscientes de nuestra realidad, no han procedido de la misma manera. Podría ser que aquellas de reciente creación hayan otorgado o piensen hacerlo para no quedarse atrás en el halago. Me encantaría tener un auténtico honoris causa para Galo Plaza Laso, Clemente Yeroví Indaburu, etc., para aquellos que trabajaron por un Ecuador mejor.