Soy de los convencidos de la utilidad de un organismo suramericano que como bloque enfrente los desafíos del mundo en que vivimos. Para eso fue creada la Unasur. Esta organización, que entró en vigencia hace solamente cinco años y a la que se le pide éxitos en tan escaso tiempo y en todos los campos, ha alcanzado ya excelentes resultados en el campo de la seguridad y la paz intrarregional.
Unasur, como toda organización internacional, tiene fortalezas y debilidades. Es fuerte en su identidad histórica y sobre todo geográfica, en sus inmensos recursos naturales y demográficos, en su carácter compacto de solo 12 países, en el liderazgo de Brasil y en el carácter plural, político, ideológico de sus miembros. Pero también es frágil. No tiene una política comercial común, pretende abarcar muchos temas, dispone de un estatuto limitado en su proyección política internacional, no se percibe un generalizado apoyo político y tiene una Secretaría debilitada por su propio instrumento.
Ahora que en soberana decisión el pueblo argentino eligió a Mauricio Macri, liberal de derechas, como su Presidente, y que Venezuela ha dado la espalda al proyecto chavista y de manera aplastante se ha inclinado por la oposición en las elecciones legislativas, Unasur tiene la oportunidad de demostrar la vigencia de una de sus fortalezas y respaldar sin ambages la democracia y los pronunciamientos de ambos pueblos, que son contrarios a las tendencias políticas que imperaban desde hace más de una década en esos países.
El secretario general, Ernesto Samper, asistió a la posesión de Macri y fue recibido personalmente por el nuevo Presidente. Buena primera señal. Es de esperar que Argentina siga jugando un rol central en la consolidación de la organización como lo ha hecho hasta ahora y no mire solo hacia el norte.
A Venezuela, Unasur envió una misión “de acompañamiento” para las elecciones –inexplicablemente encabezada por un expresidente dominicano y no por un sudamericano, como debió haber sido– y Samper saludó públicamente la “transparencia” de los comicios.
No obstante, en este país hay síntomas preocupantes. El presidente Maduro ha despreciado el resultado de los comicios y, en acto insólito, ha dicho que se propone armar a millones de venezolanos para “defender” la revolución bolivariana de la oposición, contrariando la voluntad de la mayoría. Unasur debe pronunciarse claramente frente a ese despropósito.
Con estos vientos de cambio en dos países claves, es de esperar que Unasur demuestre para qué está hecha, su importancia y utilidad para alentar la democracia y los derechos humanos. No vaya a ser que, más adelante, los perdedores quieran alterar de manera arbitraria uno de los pilares de la organización: el pluralismo ideológico.
Con posiciones frontales se ganará la credibilidad que requiere para su consolidación.