Nuestros mayores nos enseñaron el maravilloso proverbio conocido como la ‘regla de oro’: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”. Así reza este aforismo que encierra una de las más excelsas virtudes que un ser humano debería cultivar: el respeto al prójimo.
Imaginemos por un momento si todos practicáramos esta regla. ¿No sería un mundo maravilloso? Un mundo en el que nadie engañaría a los demás, nadie estafaría al otro, nadie ofendiera al contrincante. A pesar de que mucha gente sí lo cumple, debemos luchar para que se lo haga, es demasiado utópico para ser realidad…
Pero además de “la regla de oro”, debemos enseñar a nuestros hijos la “regla blanca”: “¿Si lo que vas a hacer se publicara en la prensa, cómo te sentirías?”, dice esta sentencia que ayuda a sobreponernos de las debilidades humanas. Si me apresto a estafar a alguien, reflexionar sobre la regla blanca es un freno. ¿Cómo se sentirían mis padres, mi cónyuge, mis hijos?
Ojalá los señores de la FIFA hubieran practicado este axioma. De haberlo hecho, hoy tendrían mucho menos dinero, pero serían -ellos y sus allegados- infinitamente más felices.