La madre de un joven contó que hace dos semanas recibió la visita de dos expendedores. Eduardo Terán / El Comercio
La imagen de dos sombras en la puerta de su casa no se borra de su mente. Al acercarse descubrió un rostro envejecido y otro de un joven delgado. Los desconocidos emanaban un fuerte olor, como de hierba quemada. Era el mismo olor que había percibido en la habitación de su hijo de 16 años.
El primero que habló fue el hombre de unos 40 años. “Venimos a cobrar la deuda de su hijo”. No sabía de qué se trataba y le explicó que el adolescente debe USD 130 por la marihuana que había comprado al “jefe” y que ellos necesitaban la plata en ese momento. “Ahora no tengo”, les dijo la mamá.
Entonces, habló un muchacho de 14 años, quien pronunció una frase que esta madre no olvida: “las cuentas por drogas nunca quedan pendientes”.
Ella pide que solo la llamen Gloria y que no den la dirección de su casa. Antes de abrir la puerta de su pequeña vivienda mira a través del cristal de la ventana. Solo después de comprobar quién es deja entrar a la gente y cuenta cada detalle de las amenazas que ha sufrido por su hijo que consume narcóticos. Las mafias del microtráfico también amenazaron a la abuelita de un joven de 19 años, que consume droga. Antes de contar lo que le sucede, pide que la llamen Ruth.
En su caso, la persona que la visitó fue una mujer que llevaba un canguro en la cintura. Le dijo que su deuda era de USD 90 “más impuestos”. Recuerda que en ese momento el corazón le latía al máximo, un dolor le recorrió la espalda. Esa tarde preparaba el almuerzo, pero luego de la repentina visita su casa se inundó de un fuerte olor similar a un pollo quemado, producto de las mezclas químicas que las mafias realizan para crear nuevas drogas.
Los agentes antidrogas confirman esta nueva forma de operar de las redes de microtráfico y tienen las primeras pistas sobre las amenazas a las madres o abuelas de jóvenes que no pueden pagar por las sustancias que consumen.
Por eso, los únicos datos que maneja la Fiscalía son las relacionadas con denuncias por extorsiones en general, que pueden ser de diversos tipos.
Desde enero hasta abril de este año se han denunciado 902 casos. Los episodios se vuelven más dramáticos en Guayaquil: las amenazas terminan en crímenes de adolescentes.
Hace tres días, una familia sepultó a Davidson, un chico de 16 años. El joven recibió cuatro impactos de bala en su pecho, espalda y brazos.
Los familiares dijeron a los policías que semanas antes de la tragedia, unos hombres llegaron a la casa donde vivía Davidson y lo amenazaron.
La mamá reconoció que su hijo compraba y consumía la “hache”, una combinación de heroína, químicos de pinturas y hasta veneno para ratas.
El 13 de octubre también fue asesinado Anthony. Él solo tenía 17 años y dos hombres que se movilizaban en una motocicleta lo atacaron con siete disparos. Su familia dice que él no consumía “hache”, pero la Policía asegura que en estos dos casos hubo “ajuste de cuentas”.
Las extorsiones que están relacionadas a drogas son todavía difíciles de detectar por el miedo que tienen las familias a presentar la denuncia.
La noche que visitaron a Cecilia (nombre protegido), los dos hombres le dijeron que el “líder” había sido apresado por policías y que ellos recibieron la orden de cobrar las cuentas pendientes. Su hijo, de 19 años, debía USD 80. Ese mismo día, la mujer encontró debajo de la cama del muchacho una funda grande con marihuana.
Ella no sabía que su hijo consumía la sustancia, aunque meses antes notó que el joven prendía inciensos en su dormitorio. Sus hijos quedaban gran parte del día al cuidado de la abuela. Cuando supo lo que sucedía lloró frente a su hijo y al día siguiente le dio USD 40 para que cancele la mitad.
Pero días después le mandaron un mensaje con su hijo: la deuda seguía intacta. Ahora tenía que enviar el dinero a una mujer de unos 80 años, quien aparentemente maneja el “negocio” ilegal de un hombre que está en la cárcel y que desde allí controla la venta de los alcaloides al menudeo.
Por miedo a que le puedan hacer daño a su hijo prefirió no denunciar a la Policía.
Para los agentes antinarcóticos, las mafias entregan la sustancia “a crédito”, para asegurarse que se vuelva un consumidor. Incluso, los jóvenes que colaboran con los investigadores comentan que cuando no tienen dinero se les permiten pagar con objetos personales o de sus casas: relojes, zapatillas de marca, electrodomésticos o celulares.
Un muchacho asegura que ver a su madre llorar le hizo reflexionar y que ya dejó la droga, pero cuenta que otros amigos aceptaron vender en sus colegios a cambio de conseguir la sustancia gratis.
Otros no la dejan porque son dependientes y ninguno ha denunciado el problema ni ha buscado ayuda.
Gloria no pensaba contar nada de lo sucedido. Su plan era pagar la deuda y olvidar esa visita. Pero se convenció que debía pedir ayuda cuando una vecina le contó que a su hijo los expendedores le propusieron “perdonarle” la deuda a cambio de que viaje con ellos a Colombia para traer más sustancias.
La mujer llamó por teléfono a la Policía, para denunciar de forma anónima, pero le pidieron la dirección y nombres de quienes venden la droga. Gloria solo conoce sus apodos.
Un grafiti en la pared de la casa de Gloria es la señal de que allí hay una deuda. Otras viviendas en su barrio tienen la misma señal. Para todos es un secreto a voces lo que significa esos gráficos. Pero solo ella se atreve a contar lo que pasa.
En contexto
El mes pasado el Consep reformó la tabla de tráfico de drogas y así lograr penas más severas para los microtraficantes. Desde el 10 de agosto del 2014 hasta el 31 de agosto de este año, a los juzgados penales del país ingresaron 6 006 procesos por tráfico de narcóticos.