César Augusto Sosa, editor de la sección Negocios
Para quienes recuerdan al Ecuador con moneda propia, el tipo de cambio, las tasas de interés y la inflación eran las alarmas que tenía el mercado y reflejaban si la gente creía o no en el manejo de la economía.
Un anuncio equivocado, un proyecto de ley polémico o un desproporcionado gasto fiscal tenían repercusiones inmediatas a través del aumento en la cotización del dólar, mayores tasas de interés y un alza de la inflación. Al final, el resultado era una caída de los salarios reales porque la depreciación de una moneda reduce la capacidad de compra.
Cuando empezó a regir la dolarización las alarmas que tenía el país se apagaron y quedó la sensación de que las políticas económicas aplicadas en los últimos años han sido las correctas. Pero en realidad, los problemas de la economía nacional no desaparecieron, sino que estuvieron disimulados con los altos precios del petróleo.
Ahora que el precio del crudo está relativamente bajo, la política económica ha quedado al descubierto, sobre todo aquella que reduce la capacidad de compra de la población. La aplicación de salvaguardias a los productos importados es una forma disimulada de devaluación porque encarece los productos que llegan del exterior.
La reacción de la población ha sido ir a comprar en Ipiales, donde sus salarios no pierden valor. Esa reacción de los consumidores es un rechazo a cualquier forma de devaluación, y también al deseo del Presidente de querer contar con una moneda propia, porque sabe que el siguiente paso será devaluarla, como ocurrió hasta el 2000.
La semana pasada, el Gobierno hizo un llamado a la conciencia de la gente para que no vaya masivamente de compras a Ipiales, desconociendo que los consumidores toman sus decisiones en función de sus preferencias y el límite en su presupuesto. Ecuador se ha vuelto un país caro por varias razones, entre ellas las salvaguardias, las cuales debieran eliminarse para compensar en algo la diferencia de precios con Ipiales.