¿Por qué las leyes de la herencia y de la plusvalía han inflamado la protesta de la clase media? Porque la olla de presión e inconformidad colectiva está por estallar, y porque, además, estas medidas han topado una de las fibras más sensibles e invisibles de mucha gente. Han punzado un centro neurálgico complejo del ser social ecuatoriano, que tiene no solo relación con aspectos económicos, sino con entramados culturales, psicológicos y éticos muy profundos de nuestra identidad, que conectan con la intimidad, la trascendencia y la memoria de las personas y de las familias.
Un padre o madre de clase popular o media, impulsados por el amor a sus hijos y nietos, muchas veces con sacrificios extremos, trabaja por dar la mejor herencia a sus hijos: la educación. Pero, simultáneamente, a través del trabajo, dependiente o familiar, intenta crear un patrimonio, pequeño o mediano, para entregar a sus hijos, incluso en vida, para que mejoren su situación. Así, madre o padre, no solo hacen un ejercicio de generosidad y solidaridad, sino de trascendencia.
La herencia que se expresa en lo económico, tiene un profundo significado simbólico y ético, íntimo, familiar. Los padres transfieren a sus descendientes no solo el trabajo de toda su vida, sino su ejemplo, sus sueños y valores.
Por esto, meterse con la herencia, por más pequeña que sea, es un tema muy complicado incluso para las propias familias. Lluevenejemplos de familias bien llevadas que se quiebran a veces para siempre, frente al proceso de muerte del familiar y a un desliz en el reparto de la herencia. Se sabe de hermanos que no se volvieron a hablar jamás. Así somos los ecuatorianos.
Por esto, es altamente complicado y provocador que un ajeno, un tercero, el Estado, quiera intervenir incluso llevándose parte del patrimonio familiar, más aún en circunstancias que la gente está agobiada con impuestos, alza de pasajes, corte de recursos al IESS, cercenamiento del Fondo de Cesantía de los maestros, exclusión de estudios universitarios a miles de jóvenes, cierre de decenas de escuelas rurales y autoritarismo. Entonces el problema no es el monto del despojo, de un dólar, de cien o de diez mil, lo que sea. El asunto no es solo económico, menos ideológico. No, el problema es el hartazgo colectivo y el sentir que, además de todo, están violando la intimidad y el derecho a la trascendencia, desgarrando la voluntad de tus muertos.
¿Conspiración? ¿Golpismo? No, imprudencia, economicismo, … y fatal desconocimiento de la cultura de nuestro pueblo.
¿Redistribución? Dudas y desconfianza por el desbordante gasto estatal: propaganda asfixiante, sabatinas, nutridas comitivas en viajes al exterior, profesores universitarios dorados (Yachay), miles de nuevos burócratas, carros de lujo, aviones.
Recomendación: archiven las leyes.
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