La Comisión Interamericana para el Control de Drogas (Cicad), organismo especializado de la OEA, publicó hace algún tiempo un valioso y revelador informe sobre el consumo de drogas en las Américas, con énfasis en el incremento de la adicción en los estratos juveniles de la población de nuestros países. La información, fruto de una investigación minuciosa y técnica, realizada por una serie de instituciones y funcionarios especializados, con la colaboración de las comisiones nacionales de drogas de los Estados Miembros, produjo datos estadísticos inquietantes. El documento prende las alarmas en el hemisferio porque este problema configura un flagelo social preocupante. Es que inducir a una persona en temprana edad a incursionar en el oscuro mundo de los estupefacientes constituye un delito execrable, de funestas e imprevisibles consecuencias. Las campañas de tratamiento deben considerar, por cierto, que la adicción es una enfermedad y la prevención debe centrarse en las intervenciones desde edad muy temprana. Huelga señalar que el enorme ingreso económico proveniente del ilícito negocio del narcotráfico beneficia directamente a las mafias que operan en esa siniestra actividad, en tanto los intermediarios, sobre todo las “mulas”, asumen los peores riesgos y tienen acceso a un limitado provecho.
La metodología utilizada se dirige a la población en general, pero focaliza el diagnóstico en los estudiantes secundarios y universitarios, clasificados por países o grupos de países.
Los datos estadísticos se refieren básicamente al uso de marihuana, cocaína y productos conexos, durante la primera década del siglo en curso. Señala el documento que en la estrategia sobre drogas la información debe ser un elemento central en la toma de decisiones políticas inherentes al tema y debe generarse a partir de procedimientos metodológicos estrictos. Pero tan importante como lo anterior es su divulgación en diversos ámbitos, tanto a nivel político como en el público en general, sea nacional o internacional.
La Cicad es partidaria de combatir simultáneamente, en cooperación regional, todas las instancias de ese complejo transnacional de operaciones ilícitas que se mueve en torno al tráfico de drogas, que va desde la producción, transporte, distribución y comercialización hasta el lavado de dinero. Una de sus prioridades es la educación preventiva y en ese contexto aprobó, en la década de los noventa, el “Programa Interamericano de Quito: la Educación Preventiva Integral contra el uso indebido de drogas”.
El próximo año se celebrará en París la Asamblea General de la ONU sobre esta materia. Por la complejidad del tema no hay espacio para el optimismo. Se espera, sin embargo, que al menos se armonicen políticas que atenúen los rigores de este flagelo universal.