Tres plásticos negros cubren el patio de la casa de Luis Caluqui, ubicada junto al puente de ingreso del barrio San Francisco de Miravalle, en el norte de la ciudad.La losa de hormigón del patio está en el aire desde hace 15 días, porque el talud que lo sostenía se deslizó hacia el río Machángara, a causa de las lluvias. La casa también está en riesgo de hundirse. Allí habitan Luis Caluqui, su esposa y cuatro hijos.
El sábado pasado, el Municipio realizó una minga en este sector. Los bomberos identificaron los taludes en riesgo y colocaron plásticos para protegerlos de las lluvias.
A la par, un equipo de técnicos, a través de fichas, recogió los datos económicos y sociales de las familias. Con este censo se redefinirá el número de familias que están afectadas en zonas de riesgo.
Según Nelsy de la Carrera, directora de Seguridad y Participación Ciudadana, en este barrio deben ser relocalizadas 70 familias. Sin embargo, las personas se niegan a abandonar sus casas.
Para Caluqui la ayuda “no es segura”. El Municipio le ofrece un bono de USD 200 durante tres meses para el arrendamiento de una vivienda. “Yo trabajo en una empresa de limpieza y gano el sueldo básico (USD 264), no me alcanza para mantener a mi familia y pagar un arriendo”. A pesar de estar consciente del peligro, Caluqui saldrá de su casa cuando le reubiquen en otra casa fija.Similar opinión tienen sus vecinas Piedad y Matilde Ailla. “No confiamos en los ofrecimientos. El Alcalde vino en campaña y nos aseguró que iba a legalizar nuestro barrio, para tener obras y hasta ahora nada”. La casa de Piedad Ailla está sobre un talud y hay un riesgo: puede caer sobre la casa de su prima Matilde Ailla. En los dos inmuebles viven tres familias.
San Francisco de Miravalle es un barrio no legalizado que no tiene alcantarillado, ni agua potable. Hay una llave comunitaria que abastece a la comunidad. Guadalupe Tipán reclamó que les cobran por obras que no llegan, como por ejemplo el predio urbano.Ella pagó USD 80. “Nos cobran hasta por la basura y nunca pasa el recolector”.
Otra minga también se realizó en Paluco, un barrio situado en el centro oriente de Quito. Hasta allí se ingresa por la autopista General Rumiñahui, en el kilómetro 1. Gracias a un pequeño letrero se identifica al sector, porque desde la vía no se observa ninguna casa.
Las construcciones están sobre la ladera. Según Diego Paredes, presidente del comité barrial, los asentamientos se dieron hace 24 años. En el lugar viven 70 familias, 10 de ellas están afectadas por los deslizamientos. Tampoco quieren salir de sus viviendas a pesar del peligro. Por ejemplo, las casas de Jaime Chicaiza y Rosario Cóndor están en el borde de un talud de 5 metros.
El sábado pasado, algunos vecinos, como José Llimitasig, ayudaron con la limpieza de las cunetas de la calle de acceso, que es de tierra. Otros asistían al velorio de Manuel Mesías Sánchez, quien falleció el miércoles anterior, cuando un talud cayó en el cuarto que dormía. Carmen Escobar, propietaria del inmueble afectado, se quedó en la calle porque toda la casa puede desplomarse.
Escobar y tres familias que habitaban en el inmueble se alojaron en la Casa Comunal. Ellos buscarán cuartos de arriendo hasta que el Municipio les reubique. Otro deslave se produjo el sábado en el sector de El Inca. Una familia fue evacuada, no hubo heridos.