El sábado por la noche tuve a bien visitar el Monasterio de San Juan, de las Madres Agustinas de la Encarnación, en el Centro Histórico de Quito. Está ubicado a pocas cuadras de la parte principal del área colonial de nuestra capital, en la loma del tradicional barrio de San Juan. Históricamente, en tiempos coloniales fue recoleta de los padres agustinos, fundada por el sacerdote Dionisio Mejía. Posteriormente, se convirtió en monasterio, hasta hoy, donde se fueron asentando las monjas que vinieron a Quito, expulsadas del respectivo convento de Popayán.
El retablo de la iglesia es barroco y posee, entre otras cosas, un púlpito polícromo de arte quiteño popular y el pequeño monasterio tiene también sus caracteres singulares. Pero lo que más resalta a la vista si se contempla la fachada de la iglesia desde fuera -y desde muchos sitios de la ciudad- es el gran y hermoso rosetón (ventana redonda y calada de adornos) que posee. Los guías turísticos dan una reseña sobre lo visitado. Pero también dieron a conocer que la parte del Coro de la iglesia y del rosetón adyacente estaban agrietándose y que las pocas monjas que quedan, para subsistir tienen que elaborar ciertas bebidas, hostias, etc. (como en otros monasterios), pero necesitan la ayuda de la ciudadanía y cabe un llamado a los órganos públicos para que apoyen a esa comunidad y pueda mantener ese monasterio en buenas condiciones. Vale la pena visitarlo.