La ID puede ser el reinicio de los esfuerzos de tener una política con partidos y ser una real competencia ideológica para buena parte de AP. La política ecuatoriana está despartidizada con partidos desechos, organizaciones y programas poco diferenciables, que muestran nexos con sectores de la sociedad.
¿Nunca existió un sistema así en Ecuador? Si se espera uno equivalente a uno europeo no habrá. Pero entre 1978 y 2006, a pesar de tantos partidos “excesivos”, un electorado fraccionado en pequeñas parcelas, que limitaba un gobierno viable, se sabía qué era cada partido, por el programa o ideas, la base electoral (región, provincia, clase…), salvo en el sector populista. Era una política de partidos a la ecuatoriana, con organizaciones en fin de cuentas. Con facilidad se concluye que los partidos estaban en crisis y que debían desaparecer por sus errores, lo que minimiza la acción gubernamental para destruirlos, impedir así que haya contendores serios y captar su electorado. Correa canalizó sus programas, ideas y sobre todo militantes y electorado. AP es el típico partido latinoamericano “capta todo” de varios electorados, gracias al líder y entradas fiscales excepcionales, con champús ideológico y poco sentido de un programa de sociedad salvo uno tecnocrático, propio de un gobierno, lo cual es otra cosa.
Conoce ahora una desafección parcial de sus primeros adherentes, muy politizados. Existe así un electorado que busca nuevas definiciones, al menos AP no le satisface.
La creación de Avanza ya fue un signo de ello, también la de Concertación y Ruptura. El reconocimiento que tiene la ID y lo que queda de su organización, vuelven conflictivo no legalizarla. Fue un partido con orientaciones, organización, formación de miembros, vida interna de partido, bases locales y una directiva sobre todo serrana, en parte destruidas por inapropiadas directivas pero no desaparecieron.
Avanza reveló militantes y cierto electorado de la ID en espera de un partido cercano. La decisión de reconstituir la ID parece viable y deseable para un sistema de partidos. Renovar su programa resulta entonces estratégico con mayor apertura a la sociedad contemporánea, en parte joven, pero el tema no es la juventud sino su condición, como lo es la perspectiva ecológica, la interculturalidad, el lugar del yo en la sociedad o las mujeres o la mundialización e integración, un nuevo derecho a la ciudad o la nueva ruralidad, una modernización sustentable o reconstruir los nexos primarios de la sociedad, etc. No una lista de temas sino una visión de futuro, para enfrentarlo en una perspectiva de renovación de la socialdemocracia a la latinoamericana. Sólo ello ya sería un éxito.
Al nivel electoral ofrecería una alternativa a la que tiene AP, con la cual compite en parte por el mismo espacio, y contribuirá a un reencuentro con un real pluripartidismo, que es la veta profunda del Ecuador.