Eduardo Ávila Falconí
Da pesar y decepción el comentario de días anteriores del exdiplomático y exalto Comisionado de los Derechos Humanos, Dr. José Ayala Lasso, por la crítica al Gobierno al no alinearse a la condena moral al Gobierno de Corea del Norte por la muerte de un pariente político del Jefe de Estado. Indigno y horroroso morir en las fauces de sus perros asesinos, censurable, pero este crimen no representa la realidad mundial y por eso causa molestia esa crítica unilateral, parcializada e interesada.
Es necesario una “ayuda memoria”: el Senado norteamericano publica un informe estremecedor que conmueve a la conciencia civilizada de la humanidad, la actitud violenta, brutal y su alto grado de crueldad de la CIA, las torturas, sadismo sexual con los cautivos, el ahogamiento a cambio de “información útil”, peor aún con la complicidad del poder económico mundial, atentados en el Paquistán, Siria, Palestina, mueren miles de niños y mujeres indefensas, la influencia de Estados Unidos en México y su frontera, armas y drogas a discreción, desolación y muerte, invasiones injustificadas a Iraq y Afganistán, una población aniquilada, arrasadas sus riquísimas culturas, la India, ni digamos en el África. Y si quiere, un “recorderis” más lejano del año 1 945 en Japón con los bombardeos atómicos y como epílogo, el Premio Nobel de la Paz para el presidente Obama. Para revisar los crímenes de lesa humanidad falta tiempo. Dejémonos de romanticismos, los derechos humanos no existen en su verdadera magnitud. Son una falacia, una ironía, una frase manoseada, simple expresión idiomática. Esta Navidad requiere reflexiones. El mundo está resentido, impera la inequidad, fanatismo en las élites del poder y mercados temores al Tío Sam. Para hablar de los DD.HH. hay que pensar dos veces.