Columnista invitado
El viernes de la semana pasada se puso en servicio la segunda etapa de la Ruta Viva, una obra importante para Quito y la movilidad del valle de Tumbaco. La información publicada al día siguiente dio especial relevancia al hecho de que en el acto inaugural estuvieron presentes cuatro exalcaldes de Quito. ¿Por qué tanta importancia a un hecho que debería ser normal? Porque vivimos en un país de caníbales políticos que buscan liquidar al adversario –al que consideran enemigo- al costo que sea. El complejo fundacional que tienen casi todos los políticos ecuatorianos hace que nada de lo anterior sea bueno y ni siquiera exista. Quien siga las noticias con atención comprobará el número de veces que las frases “por primera vez” y “nunca antes” son pronunciadas cada vez que se inaugura algo –que por lo general estaba avanzado-, o se emprende en un programa de los miles que existen, casi todos reemprendidos después de abandonar el que ya existía. Como fue del gobierno anterior, hay que acabarlo o, al menos, desprestigiarlo.
En 1990, en un acto que se desarrolló en la Espe en Guayaquil, cuando el presidente Rodrigo Borja llegó a la tarima preparada para el efecto y observó que los expresidentes Carlos Julio Arosemena, Osvaldo Hurtado y León Febres Cordero estaban en primera fila -sin haber cruzado palabra-, se acercó a saludarles. El público les brindó un sonoro aplauso y los medios de comunicación lo publicaron como un verdadero acontecimiento, desacostumbrados como estamos a que un acto de elemental civilidad sea observado siempre. Han pasado 24 años y esta actitud negativa sigue igual.
Es que buena parte de los políticos creen que es valentía hacer desplantes y ofender. Mientras más se disminuye al otro, mejor. Y así se ha ido formando un ambiente de enfrentamiento absurdo, un círculo vicioso que empuja al rival como si fuera enemigo, provocando una reacción similar a la primera oportunidad que se presenta, con lo que los desacuerdos, elementales en una democracia, se resuelven a palos.
El titular del EL COMERCIO, el sábado 13 de diciembre, “Rodas y exalcaldes abren la Ruta Viva” releva lo que casi nunca sucede: que el gobernante invite a sus antecesores y reconozca que las obras importantes no son propiedad de nadie en particular. Que requieren concepción, planificación, financiamiento, construcción y continuidad. Que el esfuerzo administrativo y financiero que se requiere no puede desperdiciarse porque los espíritus pequeños pretenden ignorar lo que hicieron los otros.
Esa concepción de la política de que todo el que piense de manera diferente es un enemigo y hay que aplastarlo, hace grave daño al país, escaso de recursos siempre para solucionar sus problemas y emprender en todas las obras que se requieren.
Que el acto civilizado del viernes de la semana pasada se convierta en costumbre y se extienda a todo nivel, aseguraría un mejor 2015 que se vislumbra complicado.