Una mayoría de ecuatorianos quiere que la reforma constitucional para la reelección indefinida pase por una consulta popular. El 73% se pronunció a favor de esta última en reciente encuesta de Cedatos. No solo sería el colmo del abuso que la Asamblea aprobara un cambio de esa naturaleza por la simple voluntad de la mayoría gubernamental; constituye un retroceso el entrampado debate de utilizar el voto popular para una reforma antidemocrática.
Se argumenta que la soberanía reside en el pueblo, lo cual es cierto. Pero aquello no justifica sujetar a su decisión cualquier cosa. Repugnaría a estas alturas de los tiempos, por ejemplo, consultarlo si aprueba establecer la pena de muerte. Pero también repugnaría proponer a los ciudadanos que decidan sobre un absurdo como, en otro orden de realidades, aprobar que el círculo sea cuadrado. Algo análogo acontece con la reelección indefinida. Con plena razón y buen sentido político, el presidente uruguayo, José Mujica, afirma que esta es un acto monárquico. Los líderes de los países deben darse un respiro para que la democracia funcione, argumentó en entrevista en The New York Times.
Mujica rechaza la reelección consecutiva; honra así el principio de alternabilidad, esencial en las democracias presidencialistas. Y reafirma ese rechazo en otra entrevista con Al Jazeera:“El Presidente no es un rey, no es un dios, no es el brujo de la tribu que las sabe todas. Es un funcionario y como tal debe irse y ser sustituido”. Mujica se irá pronto: Uruguay elige nuevo Presidente el 26 de octubre. Y él no es candidato. Sin embargo el Mandatario ha reconocido que sobreviven en nuestros países costumbres feudales.
El desapego por el poder, la sencillez en su forma de ejercerlo, la renuncia a los boatos palaciegos y hasta la posibilidad de prescindir del séquito de seguridad y guardaespaldas son fruto de su estilo gubernamental, una muestra de la sabiduría y madurez que ha conseguido ese Mandatario con la edad y la experiencia en su trayectoria política.
En América Latina, dadas las tradiciones caudillistas, dictatoriales y populistas decimonónicas y sigloventinas, muchas constituciones se inclinaron por prohibir la reelección consecutiva y permitirla después de un periodo de receso, como acontecía en el Ecuador y pasa ahora en Uruguay. La tendencia general cambió en los últimos años: se abrieron las puertas a la reelección inmediata por una sola vez.Sin embargo, en países sin un régimen sólido de partidos políticos ni funciones del Estado independientes, unos pocos gobiernos bajo la bandera del socialismo del siglo XXI han dado ya el paso de la reelección inmediata a la indefinida; consuman así la fórmula de sociedades con fachada democrática y liderazgos autoritarios y personalistas o encubiertas dictaduras. Democracia con alternabilidad o una suerte de monarquía. He ahí la cuestión en el debatesobre la reelección indefinida.