¿Qué relación hay entre el Nobel de Paz de Malala y la alarma por la superpoblación que hace unos días fue noticia? ¿Cuál es la conexión entre una adolescente paquistaní, que simboliza el derecho a la educación, con la noticia de que nuestros descendientes serán alrededor de 11 000 millones en el 2 100? Esas cifras exponenciales que obligan a preguntar, de la misma forma que cuando se diseña un edificio o se calcula el aforo de un teatro, por la carga que puede soportar la Tierra tienen cifrada una esperanza en millones de niñas como Malala.
El periodista científico Alan Weisman lo explica en el libro La cuenta atrás (Debate, 2014), presentado en el Hay Festival de Xalapa. Según la investigación de este estadounidense, cada cuatro días y medio añadimos un millón de bebés al planeta. “O hacemos descender la población a través de la planificación familiar responsable o la naturaleza lo va a hacer por nosotros, brutalmente”, afirma. En busca de soluciones que no fueran utópicas ni totalitarias, Weisman viajó durante dos años por 21 países como México, Costa Rica, Brasil, Tailandia, Túnez, Irán y Pakistán, entre otros, y recogió propuestas de descenso poblacional en culturas diversas. Cita, por ejemplo, el caso de Irán, donde fue crucial la influencia del ayatolá Jomeini, quien dictaminó que nada en el Corán se oponía al control de la natalidad. “Cuando la sabiduría dicta que no necesitas más niños, la vasectomía es permitida”. A semejante dispensa se sumaron tres estrategias: la repartición masiva de anticonceptivos; las clases prematrimoniales obligatorias, con lecciones sobre el costo de alimentar y educar a un hijo; y el aumento de permanencia de las niñas en el sistema escolar, puesto que un factor crucial para postergar los embarazos es la oportunidad de estudiar. Hoy, el 60 % de la población universitaria iraní es de mujeres y el crecimiento de la población se redujo a la tasa de reemplazo: dos padres tienen un promedio dos hijos para reemplazarse a sí mismos.
En Pakistán, el país de Malala, donde una superpoblación de 190 millones habita un territorio del tamaño de Texas, Weisman visitó unas escuelas innovadoras situadas en Karachi, a las que asisten niños y niñas en igual proporción, con el fin de que los varones se eduquen respetando a las mujeres. Para subsanar la dificultad de dar mensajes explícitos sobre control natal, se optó por la estrategia sutil de asignarles a las niñas, en calidad de mentoras, mujeres profesionales exitosas. Con un promedio de dos hijos, ellas demuestran a las nuevas generaciones, a través del ejemplo, lo que significa el derecho a decidir cuántos hijos cuidar, sin renunciar a la vida profesional. Los altos niveles educativos pueden explicar por qué países europeos tradicionales muestran tasas de natalidad por debajo de la tasa de reemplazo. “Si la educación y la anticoncepción femeninas estuvieran universalmente disponibles, habría mil millones menos de nosotros a mediados de este siglo, lo que nos pondría en el buen camino hacia la sostenibilidad, sin ningún gobierno totalitario”, dice Weisman.
Yolanda Reyes / El Tiempo, Colombia, GDA