Cuando era pequeño, luego de la escuela algunos compañeros se retaban a pelear “a mano limpia”. Es decir que no podían usar ningún tipo de arma y que tampoco sus amigos podían ayudarlos. Era un encuentro de uno a uno.
Cuando escucho al señor Correa hablar y lanzarse contra sus enemigos, me gustaría que esos ataques también fueran “a mano limpia”, sin ministros que apoyen a una de las partes, sin asambleístas que inclinen la balanza, sin justicia que para esos casos actúe con una celeridad digna de fórmula 1, y sin medios de comunicación que están a su disposición. Me gustaría que fuera a mano limpia porque, salvo muy pocos casos, ningún ecuatoriano común y corriente tiene la infraestructura con que cuenta la persona antes mencionada para hacerle frente. Y no es falta de ganas o de ideas, es falta de dinero.