Se entiende como tortura al tormento infligido con la finalidad de obtener una confesión, castigar o gozar del placer sádico de un torturador para causar dolor físico y psicológico quebrantando la resistencia y la moral de una persona para destruir su integridad y dignidad.
Humillar, insultar, manipular, amenazar, privar la libertad a una persona es un delito cruel y degradante que debilita la autoestima. Considerar sospechoso/a o declarar delincuente a una persona para justificar el acoso y la tortura por el solo hecho de pensar diferente se llama “violencia psicológica”.
Con frecuencia las personas autoritarias descargan su responsabilidad en otras instituciones o personas para evadir responsabilidades y normas internacionales que prohíben el uso de la tortura y así cubrir su retirada. Captar personas para presionarlas con falsos valores individuales y de adoctrinamiento, anular su voluntad y hacer que se inhiban de pensar para someterlas a la autoridad de un líder en función de un “proyecto político” genera pertenencia, manipular la conducta humana alternando castigos y recompensas para conseguir lealtad y obediencia utilizando el temor y el miedo para imponer una disciplina autoritaria, llena de odio y venganza provoca enfrentamientos entre grupos humanos, disminuye la capacidad de socialización e impide ajustar el pensamiento a nuevas formas de vida que la sociedad establece.