El reciente 23 de abril, Día de San Jorge, don Bertino Caparrini cumplió 94 años. Originario de Florencia, Italia, no olvidó el ajetreo que vivió en los años cuarenta y cincuenta, el tiempo dorado del barrio obrero Chimbacalle, donde su padre, Dinno, instaló una fábrica de sombreros, en 1933.
Ya retirado en una quinta de flores y frutales, en las afueras de Tumbaco, mantiene intactas las imágenes de la casa neoclásica de dos pisos del barrio sureño, en la que habitó, y fue sede de la fábrica de sombreros Hermanos Valle, de paño, para hombre. “Quedaba cerca de la estación del tren, recuerdo el pito del ferrocarril, a las 06:00, cuando partía a Guayaquil; y a las 17:30 venía otro, repleto de pasajeros, con productos de la Costa y materiales de construcción”. La fábrica se llamó Hermanos Valle en honor a los socios que vivían en Guayaquil. Del puerto los exportaban a EE.UU.; tenían buena acogida en Quito y en la Sierra.
Había terminado la Segunda Guerra Mundial (1946) y Bertino llegaba a Quito, para ayudar al padre. En su mente aún danzan las figuras grises de los nazis instalados en Italia. De Loja traían la lana, materia primera para los sombreros (uno costaba 18 sucres). La fábrica duró, en manos de los Caparrini, hasta 1948. El padre, emprendedor, trajo maquinaria Dubied, de Suiza, para elaborar tejidos de punto. Definió a los obreros como honrados y cumplidos.
En Chimbacalle se instalaron las fábricas Umco, Fosforera Ecuatoriana, Lanfor, Gráficas Ayerve y otras. Había salones de comida, bares y un cine concurrido, el México, hoy remodelado, donde proyectaban películas de Cantinflas, María Félix y Antonio Negrete.
Paulina Arteaga dijo que en las calles Llanganates y Cerro Corazón se halla la fábrica de sombreros Yanapi.
Un molino de 1921
En la plazoleta, frente a la reconstruida estación del tren y rodeada de sencillas y coloridas villas, funciona Molinos e Industrias Quito, Compañía Limitada. Sus tres inmensos silos de hormigón armado, que cargan 3 000 toneladas, están unidos por tres medias lunas de varillas. El molino, un ícono del barrio, opera desde el 4 de febrero de 1921. Los dueños fueron: Julio Letort, Carlos Duval y José Ignacio Albuja.
Luego fue adquirido por otros empresarios de Quito. Eso dijo Francisco Rodríguez, subgerente, cuyo padre, el coronel Enrique Rodríguez Donoso, lo compró hace 25 años.
Rodríguez y Mireya Moya, jefa de control de calidad, invitaron a pasar. El interior parecía un museo. Sin embargo, esta imagen se borró por el traqueteo de las máquinas, en la denominada Sala de Bancos. “Es un prodigio que estas máquinas alemanas Miag Braunschweig, de Dresden, funcionen: son de 1945, los cilindros y motores eléctricos marchan a plenitud”. Esto explicó Rodríguez en medio del ruido y del olor a trigo fresco. Cada día la empresa de la calle Sincholagua produce 800 quintales, una parte se destina a panaderías de Quito y de la Sierra.
En el vecino barrio México (calle Sangay), dormitorio de obreros del tren y de otras actividades, Edmundo Valencia, de 59 años, ha trabajado 38 en cerrajería. Entre ventanas, puertas y pasamanos de hierro, recordó que el barrio se edificó con el apoyo del Seguro Social.
El historiador Fernando Jurado apuntó que en 1950 había 35 fábricas y molinos de alto nivel en Chimbacalle; y el censo de aquel año situó en 210 033 el número de quiteños (EL COMERCIO, edición del 1 de diciembre de 1950).
Luis Candonga, vecino de Valencia, enmarca cuadros e instala vidrios. De 67 años, evocó que el Cine México y el tren eran los mayores atractivos de los dos barrios.
César Jácome, docente jubilado de la Universidad Católica, es uno de los vecinos más antiguos de El Inca. Allí reside 36 años. “No es ni la sombra de lo que fue; en lo que hoy es la av. El Inca pasaba una acequia, había cultivos de cebolla y decenas de parcelas cultivadas donde, a principios de los setenta, levantaron casas e industrias”. Jácome compró un terreno de 380 m2 en 50 000 sucres. Según él, en lo que hoy es la Clínica El Batán había la fábrica de cobijas Vicuña; la San Vicente (Sauces y Granados).
“La Granados era un chaquiñán”. Jaime Boada, de 62 años, dueño de JG Repuestos, afirmó que existía la fábrica Windsor. “Vivían indígenas que cultivaban hortalizas”. Miguel Torres, propietario de una tienda de plásticos, dijo que abundan los negocios. En eso coincidió Nathalie Acosta, ejecutiva de Pintulac, en la av. El Inca.
Según el Censo Nacional Económico (2010) elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, en el cantón Quito (Distrito) son 10 659 los establecimientos que generan una ocupación. Otros barrios -como el Comité del Pueblo y Obrero Independiente- nacieron al calor de la naciente era petrolera de los años setenta.
En contexto
Según René Vallejo, secretario de la Secretaría de Territorio, Habitabilidad y Vivienda, en el norte de Quito existen 31 industrias que aún no tienen la licencia de cuidado del ambiente y seguridad. En El Inca hay una fábrica de textiles y otra de químicos. Deben corregir en un plazo prudente.