En una ciudad muy grande de un hermoso país, un grupo de refugiados se deleitaba y gozaba con la gran comodidad que brinda la inmensa riqueza acumulada, en diez años, de un gobierno succionador de las arcas de su pequeña patria natal. En esta ocasión se hallaban agenciosos preparando una fiesta muy especial, pues esperaban la convergencia de dos sucesos de alta significación para ellos: el primero, el cumpleaños de su jefe y líder de su delictuosa gestión y el segundo, el planificado y muy seguro arribo del quien fue ministro y vicepresidente durante la década mencionada y concretó una labor que, al igual que la efectuada por toda esa burocracia defectuosa, se caracterizó por una enorme corrupción que, al ser descubierta, recibió sentencias severas y huyó, a hurtadillas, hacia varios lugares en los que encontraron amparo de autoridades que comulgaban con su misma línea moral de abuso y de convivencia del delito con la política y con una justicia degenerada.
El programa estaba muy bien estructurado, pues el jefe del gran país protegía y respaldaba la permanencia ilegal de los individuos que, habiendo hurtado ingentes sumas de dinero a su pequeña nación de origen, hacían gala de su novedoso poder económico y realizaban sus actividades cotidianas, en plena libertad, a diferencia del exfuncionario esperado que, habiendo estado recluido en una prisión con sentencias condenatorias, se fugó y buscó refugio en la embajada del gran país, en espera del asilo político que le habría permitido unirse al grupo de refugiados y participar en la festividad doblemente motivada. La preparación del traslado de la embajada al país que le concedía el asilo, fue elaborada en un amplio consenso entre los refugiados y su anfitrión, tan bien armonizada que la participación activa del gobernante del gran país debía iniciarse con una crítica ofensiva a la elección del mandatario de la pequeña nación y con una interpretación mal intencionada y antojadiza de un muy sentido magnicidio al que lo relacionó, muy malintencionadamente, con el resultado electoral. Los complotados esperaban, con seguridad, la respuesta airada del gobierno agredido, para utilizarla como causa del otorgamiento del ilegal asilo político, hasta ese momento no emitido, porque la permanencia, del exvicepresidente en la embajada, rompía acuerdos diplomáticos internacionales, pues era un reo con dos sentencias en firme. El plan estaba tan bien urdido que los prófugos anhelaban volver a burlarse del país y de la justicia nacional, como lo habían hecho antes con una exministra sentenciada que fugó de la embajada de Argentina, apoyada por funcionarios de esa dependencia, o el exfuncionario que se sacó el grillete para luego mofarse públicamente de su ”hazaña” o de la justificación poco inteligente y absurda con la que un excanciller justificó el transporte de droga en la valija de diplomática, cuando culpó de ese bochornoso acto a los perros de la cancillería.
En esta ocasión, la maniobra era perfecta, debía venir una aeronave gigantesca en la que podía caber un vehículo en cuyo interior debía estar el escapista, para incrementar la mofa y el descrédito a las organizaciones gubernamentales y al país. Felizmente, la inteligencia militar advirtió esas intenciones y el gobierno tuvo que abortar esa fuga, en una disyuntiva difícil: aplaudir y aceptar que delincuentes que han hurtado millones de dólares al erario nacional y han recibido multimillonarias coimas, sin devolver ni un centavo, pese a estar en prisión, encuentren refugios seguros en las embajadas de otros países y huyan, sin cumplir sentencias, pese a la prohibición internacional, o dar cabida a infractores de la ley y a delincuentes, o evitamos, a sabiendas del riesgo de desacatar acuerdos internacionales, que se atente contra la dignidad de la patria y se la vuelva a humillar.
El pastel estaba listo y radiante, pero no llegó su cereza, en cambio, el país fue herido por un acto público de traición a la patria, por un doloroso y malvado pronunciamiento del expresidente Correa, que clamó a México y a la Unidad Europea, sancionen ejemplarmente a nuestro país. Salvemos al Ecuador.