Las necesidades de financiamiento son diferentes para cada segmento empresarial. Por su naturaleza, realidades y poderes distintos, el menú de opciones no suele ser el mismo.
Las grandes empresas tienen más poder y un gran músculo financiero, y por ello tienden a financiar sus operaciones con créditos proveniente de la banca tradicional, local o internacional, con emisión de obligaciones en el mercado de valores y con sus propios proveedores. Esto último se logra habitualmente con el establecimiento de plazos de pago a cada proveedor, que pueden llegar hasta los 120 días.
Y es que las micro, pequeñas y medianas empresas, al tener un músculo financiero menos fortalecido y tener que asumir plazos de pagos amplios en los servicios o mercadería que despachan a sus clientes, suelen salir de forma diferente en la foto para ir al mercado de valores o incluso para obtener créditos en la banca local. De ahí que, ante el anhelo de seguir creciendo, buscan incesantemente alternativas de financiamiento.
Ante una demanda dinámica y heterogénea de recursos, la oferta de financiamiento debe también evolucionar. Alternativas como el factoring, que llegó buen tiempo atrás, ha ido consolidándose de forma sostenida para cubrir mayormente las necesidades de liquidez de corto plazo que generan los tiempos de pago establecidos por sus clientes. Este es un mecanismo de nicho que seguramente irá ampliando cada vez más su mercado.
Asimismo, el mercado ofrece otros mecanismos como los fondos de inversión y los de capital de riesgo, en donde inversionistas deciden capitalizar empresas para la ampliación de sus capacidades productivas, para proyectos de innovación, entre otros. Esto tiene poco desarrollo en el país, pero muy probablemente, así como lo fue y es el factoring, es solo cuestión de tiempo hasta verlos ya en el día a día de los negocios.
Lo cierto es que el desarrollo empresarial en toda localidad estará siempre directamente ligado a la evolución de su mercado de financiamiento.