Pedro Coyago vive desde hace 40 años en la comuna Miraflores, un caserío asentado en medio del Parque Metropolitano.
Ahora sabe que vivir en un paraíso también es al mismo tiempo una especie de encierro. Él, como el resto de los casi 400 vecinos, habita en un universo independiente del crecimiento urbano, del bullicio y del ajetreo de la ciudad.
La mayoría posee, además de la tierra colectiva, un claro conocimiento de su pasado. Sabe que sus padres o abuelos recibieron esas 5 hectáreas como parte de la Reforma Agraria.
Fueron cinco los primeros que pelearon por esa tierra. Segundo y Leonardo Chasi, José Ortiz, José Cajamarca y José Manuel Guala. Todos agricultores y obreros.
Cada uno recibió 1 hectárea, que luego la dividió entre los herederos, a medida que iban creciendo y formando sus familias.
Situada a unos 2 kilómetros al norte de la entrada principal del Parque Metropolitano, la comuna ha cambiado poco desde su constitución oficial, el 9 de agosto de 1991. Antes de que se construyera el Parque Metropolitano.
Allí, la naturaleza es abundante y rodea a las modestas casas. Coyago tiene nueve hijos, los cuatro últimos aún están en la escuela.
Obligado por el feroz clima quiteño, que en invierno exige a los niños a ir a la escuela con botas de caucho, Coyago se endeudó en una camioneta para llevar y traer a los niños a la comuna. Entre todos los vecinos construyeron un pequeño carretero que los comunica con la av. Eloy Alfaro.Se tardaron seis años en desbrozar el terreno y cubrirlo con asfalto. Desde entonces, les quedó la costumbre de organizar mingas todos los domingos para adecentar el sector. Por lo regular, la jornada empieza a las 07:00 y concluye a las 11:00.
El trabajo lo ejecutan mientras cientos de personas llegan para hacer deporte en las canchas. Hay deportistas que se quejan por la presencia de ese puñado de casas dentro del parque.
“Todos estamos conscientes de que esto nos pertenece. A veces hay alguno que se quiere hacer el vivo y no viene. Para esa persona, la multa es de USD 10”, dice Juan Carlos Cajamarca, nieto de uno de los fundadores.
Ahora, las jornadas de trabajo están enfocadas en construir la casa comunal y arreglar el pequeño parque de juegos infantiles que funciona al lado.
La comuna Miraflores conserva las características del campo. También sus problemas. Después de 40 años, sus vecinos aún no tienen alcantarillado ni agua potable. Solo hay un grifo, al pie de la cancha de fútbol, del cual se abastecen en turnos semanales, durante cuatro horas. Tienen cuatro mangueras largas para llevar el líquido hasta los patios de sus casas. La distribución es ordenada.
Cada familia tiene un pozo séptico. Los vecinos tienen un convenio con los administradores del parque para desfogar el agua utilizada por la quebrada.
El servicio eléctrico se instaló hace 12 años. Hay 20 medidores. Ahora son más de 60 familias.
Coyago asegura que por más de una ocasión ha pedido a la Empresa Eléctrica el aumento de medidores, pero la respuesta ha sido la misma. “Nos dicen que no pueden poner más medidores hasta que el Municipio apruebe los planos de las casas”.
En efecto, los dirigentes tienen unos planos del espacio dividido en lotes que no pueden hacer aprobar y legalizar. El motivo principal es que la comuna está dentro del parque.
Con todos sus problemas y aunque individualmente no tienen títulos de propiedad (la comuna le pertenece a todos), en un buen número de vecinos se nota satisfacción. Cajamarca dice que es por el entorno natural.
Él sabe que es un privilegio respirar el aire purificado por los árboles y vivir rodeado del silencio.