Vestidos con sus mandiles verdes, un equipo de neurocirujanos del Hospital Luis Vernaza de Guayaquil se alistaban para su primera operación del día. Sobre la camilla, una paciente de 52 años aguardaba inmóvil.
En el frío quirófano solo se escuchaban las máquinas que le marcaban el pulso. Y en la mesa de implementos no había bisturí, solo un cable milimétrico. Esa es la principal herramienta para la embolización, una cirugía endovascular que consiste en introducir un catéter en una arteria.
De esta forma se pueden corregir aneurismas, malformaciones arteriovenosas y gran parte de los tumores cerebrales.
fakeFCKRemoveLas radiografías colgadas a un costado del quirófano mostraban el motivo de la intervención. La mujer había sufrido la rotura de dos aneurismas. El sangrado la había dejado en coma y una tercera dilatación, ubicada en el área medio izquierda del cerebro, aumentaba el riesgo, pues de cada 10 pacientes de este tipo, seis no llegan a un hospital.
Con precisión, el neurocirujano Luis Jairala introdujo el catéter en la ingle, junto a la pierna derecha. Dentro de la arteria, el cable recorrió lentamente el estómago, los pulmones, el corazón, hasta llegar al cerebro.
Para tener una guía utilizaron un angiógrafo digital, un equipo de rayos X que permite ver solo órganos y arterias. Las imágenes del trayecto aparecen cada cierto tiempo en dos pantallas.
Después de unos 15 minutos, el cable llega al cerebro, dirigido solo por la mano del neurocirujano. En ese momento se pudo apreciar el grado de hinchazón.
Para solucionar el daño, Jairala aplicó una de las tres técnicas de embolización. Consiste en la liberación de espirales de platino dentro de la inflamación, para evitar que la sangre pase por ahí, lo que impide que la arteria se reviente. Los espirales son alambres muy finos, como cabellos.
Al final, se esperaba que la paciente despertara del coma. Aunque el daño cerebral por las dos anteriores hemorragias podrían causarle algún tipo de parálisis.
Para otras patologías, como las malformaciones, los médicos colocan una goma para remediar el daño. Y para tumores se puede aplicar una especie de arenillas sobre las arterias y venas de los cuales se alimenta.
La embolización no toma más de dos horas. Y el margen de seguridad es del 95%. “Lo importante es que no se abre la cabeza. Por eso la recuperación dura entre 48 y 72 horas”, dice Jairala.
Hace dos años, esta cirugía se aplica en el Luis Vernaza. En ese lapso se han realizado cerca de 200 cirugías, la mayoría a personas de escasos recursos a quienes se les subsidia el costo de la operación, valorada entre USD 20 000 y 25 000.
En la sala de neurocirugía, hay otros casos. Recostada en una cama, Diana Baquerizo descansaba tras la operación.
Hace dos años, la joven de 18 años comenzó a sentir mareos, fuertes dolores de cabeza, en ocasiones vómito y hasta convulsiones. “Me hice una tomografía y detectaron que tenía una arteria mal formada en el cerebro”.
La doctora Janeth Parra explica que las enfermedades cerebrales son la primera causa de muerte en el mundo. Ocho de cada 100 personas padecen de afecciones como el aneurisma, una patología silenciosa, pues en muy pocos casos se presentan síntomas como parálisis de los nervios, dolor de cabeza, dolor en el cuello y espalda superior, así como náuseas y vómito.
Las estadísticas son más alarmantes en el caso de las mujeres. De cada 10 casos, siete se presentan en ellas. Esto debido al consumo de hormonas (anticonceptivos), que debilitan las paredes de las arterias.
El sobrepeso es otra de las causa. La grasa que se acumula en el abdomen dobla las arterias de la ingle. Y la presión de la sangre provoca daños en el cerebro. A esto se suman los factores de riesgo como el tabaquismo, el alcohol y la hipertensión.