Pese a todo lo que mostraban las encuestas, el candidato oficialista, Juan Manuel Santos, obtuvo una cómoda ventaja de 25 puntos sobre su rival Antanas Mockus. ¿Qué podemos decir al respecto?
Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención de las recientes elecciones presidenciales en Colombia es el fracaso rotundo de las encuestas. Al inicio de la campaña mostraban una amplia ventaja de Santos pero que, a medida que avanzaba la campaña, estas fueron dando más peso a la candidatura de Mockus hasta el extremo de sostener que había un empate técnico. Es comprensible que exista una diferencia o margen de error de un 2 ó 3 % máximo; pero que esta diferencia haya alcanzado 25 puntos porcentuales es escandaloso.
Aunque esto requiere de un análisis concienzudo, creo, sin embargo, que lo que ha pasado en Colombia es un fiel reflejo de lo que ha sucedido en otras ocasiones en Ecuador. El caso de Lucio Gutiérrez fue un hecho ejemplar. En lugar de dar el debido peso a lo que opina la gente en sectores rurales y marginales, las empresas encuestadoras aplican sus encuestas en sectores urbanos. En provincias donde existe un mayor porcentaje de población rural es donde aparecen luego las sorpresas. Si a esto se suma el hecho de que en Colombia el voto no es obligatorio, esto también genera distorsiones.
Otro aspectos que llama la atención es la posición de ciertos medios de comunicación. En realidad da la impresión que Mockus encantó, no solo sedujo a ciertos sectores de la clase media colombiana, sino también a intelectuales y periodistas. Fue sintomático ver cómo, mientras transcurría la primera vuelta en Colombia, ciertos medios daban amplios espacios a Mockus e incluso corroboraban no solo un empate técnico sino su virtual triunfo electoral.
Si hacemos un análisis de las elecciones se aprecia una fuerte inclinación del electorado por la continuidad de las políticas y acciones del actual gobierno. Frente a las posturas de Mockus, Santos representa una línea más dura frente a las FARC. Como ministro de la Defensa se caracterizó por dar los golpes más duros a la guerrilla, desarticulando bloques y aumentando el número de desmovilizados.
El pueblo colombiano se ha inclinado por una línea dura pero la solución a la violencia no puede ser netamente militar. La reducción de los niveles de pobreza, la generación de empleo y el aumento de la presencia del Estado en zonas tomadas por la guerrilla son una necesidad imperiosa. Aunque en un principio Santos no ha mostrado una posición muy acertada con Ecuador, es de esperarse que exista un clima propicio para que las relaciones entre los dos países mejoren.