Fácilmente podría discutirse cuál es el calificativo que con más exactitud corresponde al libro que este jueves se presentó en la Universidad Andina Simón Bolívar. Su autora es la antropóloga Susana González de Vega.
Unos dirán que se trata de una obra “fuera de serie”, otros sostendrán que de una obra “excepcional” y no estarán descaminados, pero nosotros preferimos llamarle “un libro colosal” según el sentido etimológico del término, a causa de varios factores y no solo las 400 páginas de su enjundioso texto, sino sobre todo el rigor metodológico, el severo orden casi imperceptible del desarrollo, la amplitud de la investigación referida a 531 casos y, consiguientemente los ocho largos años de sostenido trabajo, que exigió su culminación.
El libro se titula ‘Tradición y cambio en las fiestas religiosas del Azuay’ y con él, Susana cumplió el requisito para optar por el doctorado en Antropología, de las universidades de Cuenca, donde ha ejercido la docencia, lo mismo que en el Colegio Rosa de Jesús Cordero. Previamente se había licenciado con la obra ‘El pase del Niño’, que tan entusiasta acogida recibiera de la crítica, desde 1981. La obra más reciente está dedicada sobria y elegantemente a su esposo y a sus hijos.
Incluye excelentes fotografías a color, ilustraciones estilizadas, también un glosario de utilísima ayuda para el lector y una bibliografía de verdadera riqueza. Menciono todos estos datos, porque creo que la doctora González, más allá del libro ‘colosal’, acaba de prestar un invalorable servicio a los estudios “sociales” ecuatorianos. En efecto: no escamoteemos el punto de mayor fondo, es decir, la sospecha de que tales estudios no merecen propiamente el nombre de ‘científicos’, reservándose este solo para los vinculados con las ciencias exactas y los alusivos a la naturaleza material.
Ahora Susana acaba de demostrar que aquel menosprecio es solo un insostenible prejuicio y que todo depende de la profundidad de la investigación, la auténtica vocación del investigador, el rigor exigido a los datos como para autorizar conclusiones realmente valederas, el compromiso irrenunciable con la verdad y el rechazo de los ensayos formulados superficialmente, por compromiso o al apuro que, lejos de ser contribuciones, solo sirven para devaluar la fe en los trabajos de ‘sociales’.
El libro de este comentario es pues, una suerte de reivindicación de todo el ancho campo de las Ciencias Sociales y un reconocimiento de cuánto pueden ellos iluminar las realidades básicas del Ecuador, del Ecuador profundo que se dice a veces y el comportamiento de los ecuatorianos, sus valores, sus aspiraciones, su auténtica identidad, en suma.