La Stasi, el aparato represivo de la extinta RepúblicaDemocrática Alemana, entre otras cosas non sanctas, investigaba a los opositores al régimen, especialmente a quienes intentaban ejercer sus libertades mediante la palabra. Resultado: silencio.
La Gestapo en Alemania y el estalinismo en la ex URSS, no eran tan diferentes, perseguían a los opositores políticos hasta la muerte. Lo que más molestaba era el trabajo de los intrépidos periodistas independientes. Resultado: silencio.
Las dictaduras del Cono Sur cerraron todos los diarios opositores y silenciaron a las radios bajo esquemas de Ley de Seguridad Nacional. En Perú, El Comercio fue estatizado por Juan Velasco Alvarado.
Si leemos con calma el proyecto de Ley de Comunicación podemos encontrar una serie de incongruencias que comienzan desde los considerandos. Queda la impresión de que hacen una ley que envidiaría el peor de los gobiernos de derecha.
Voy a copiar textualmente una parte del artículo 21: Derecho a la réplica o respuesta. “Cuando un medio de comunicación, basado en su trabajo de investigación, difunda información que puede afectar la reputación e integridad de una persona o colectivo, estará obligado a notificarla y ofrecer la oportunidad de responder por sí mismo o a través de su representante legal”.
Puesto así (los signos de puntuación son míos) este artículo se constituye en el mejor aliado de la impunidad. Resultado: silencio.
¿Por qué? Simplemente porque si el periodista en su investigación descubre, con documentos, que fulano o zutano cometió un acto doloso, tendrá que pedir su autorización para publicar la noticia o el reportaje.
Si esta ley hubiese estado en vigencia cuando se descubrió una poderosa red de narcotráfico que tenía vínculos con las FARC, el reportaje simplemente no se publicaba y toda la investigación se quedaría como todo en esta época: en el limbo. Sin la autorización de Uribe no se habría podido denunciar el ataque a Angostura.
Nadie se opone a que exista una Ley de Comunicación, además la Constitución obliga. Lo que está mal es que se persiga a través de leyes similares a las de Berlusconi. Quieren que se publiquen temas ‘light’, que no perturben al poder.
Ni siquiera en plena dictadura militar la prensa libre fue tan perseguida. Casos como la masacre de Aztra (que marcó mi época de incipiente reportero) no se hubiesen publicado si es que el artículo 21 existía en ese entonces.
¿Y cómo hubiera hecho Teresa Arboleda para informar desde la Base de Taura el secuestro de Febres Cordero? Lo hizo porque no existía el artículo 21 inventado por las mentes “brillantes” que dominan el Congreso. Si realmente gobernara una tendencia política de izquierda, jamás se hubiera mentalizado semejante mamotreto derechista.