Internet de banda ancha o compras en almacenes de ropa de marca son algunas de las cosas a las que tuvo que renunciar Mariana de Serrano este año, cuando su esposo José, residente en España, comenzó a reducir el envío del monto de las remesas que enviaba cada mes.
“Él trabajaba como repartidor de correspondencia y nos mandaba cerca de USD 500 al mes. Hace siete meses se quedó sin trabajo y por suerte consiguió una labor nueva. La paga es menor, por lo que ahora manda la mitad”.
Ella, quien vive en Cotocollao, trabaja vendiendo ropa de manera informal. Con ello gana cerca de USD 300 al mes. Esto, más lo que le envía su esposo, le sirve para los gastos del colegio de su hija María José, de 17 años, quien va a sexto curso de un colegio pensionado, en el que paga USD 40.
A una situación similar se enfrentan otras familias de migrantes en Pichincha, provincia que, de acuerdo con datos del Banco Central, enfrenta una caída de remesas en el segundo trimestre del año de USD 27,3 millones frente al mismo período del 2009.
José Villalobos, del Servicio Jesuita para Refugiados y Migrantes del Ecuador, señala que los montos que se han dejado de recibir son los de aquellas personas que salieron a trabajar en España, país que no se ha podido recuperar de la crisis económica que la afecta desde finales del 2008.
“El monto promedio de remesas que llega es de USD 300 al mes. Eso mandan los que aún tienen trabajo, porque muchos se encuentran entre el 6,7% de desempleados que hay en España”.
Los datos del Banco Central muestran la reducción de los giros y los montos provenientes de este país. Mientras en el segundo trimestre del 2009 se registraron 647 165 giros desde España, en el mismo período de este año la cifra cayó a 362 934.
Los giros llegan en su mayoría a Quito, ciudad que concentra el 98,2% de las remesas de toda la provincia. En Banco Pichincha, por ejemplo, las agencias de Quito también son las que reciben más remesas, siendo las parroquias Benalcázar, Eloy Alfaro y González Suárez las que reciben más envíos desde el exterior.
Una situación similar se replica en la agencia de giros Rianxeira. Según Jorge Ortiz, gerente general de la compañía, aproximadamente el 30% de las remesas que se recibe de España va a Pichincha y, dentro de las ciudades de la provincia, el 90% llega a Quito.
Esta es una tendencia que se registra desde hace 10 años, según datos del Servicio Jesuita para Refugiados y Migrantes.
“Mucha de esta gente vivía en zonas rurales pero cuando se enviaron altos montos de remesas vinieron a Quito para tener una mejor calidad de vida. Ahora han adquirido deudas y están volviendo a la pobreza, que podría aumentar con el regreso de los migrantes que están ahora desempleados”, dice Villalobos.
Este es el caso de la hermana de Rosa Mosquera. “Ella vive actualmente en Madrid. Decidió irse hace ya casi 10 años y ahora quiere volver por la difícil situación económica. Antes enviaba al mes USD 300 para mi madre. Hoy ya no puede mandar nada”.