Con el fenómeno de La Niña insistiendo en quedarse en el Pacífico, Quito deberá estar atento a una nueva temporada invernal que no será ajena a los fenómenos extremos. Frente a esto, Jonathan Menoscal es claro: estamos repitiendo los errores. El investigador viene trabajando por varios años en el análisis de cómo Quito y el Ecuador han trabajado en la gestión de riesgos en múltiples niveles.
¿Qué lecciones aprendimos sobre la vulnerabilidad que tiene Quito luego de haber vivido el aluvión en La Comuna?
Lo primero es que debemos partir del hecho de que los desastres no son naturales; son una construcción social. Lo que sucedió nos da muestras de que hay que reconocer que Quito es una ciudad que está expuesta a múltiples amenazas. Estos factores nos deben hacer comprender que debemos hacer algo para tratar de minimizar estas vulnerabilidades, que son las que realmente hacen que las personas puedan sufrir algún percance.
¿Qué se debería estar planificando en Quito?
No se debe pensar, como sucede ahora, solo en actuar frente a la desgracia, sino cambiar el foco hacia una gestión más correctiva, es decir, reducir los niveles de vulnerabilidad que existen en la actualidad en la capital y otras partes. Se debe planificar en cómo dotar a las personas que habitan en zonas amenazadas de acceso a viviendas seguras y evitar la expansión urbana hacia esas zonas amenazadas.
¿Nos hemos aproximado a una gobernanza del riesgo?
No. En la gobernanza del riesgo se articulan actores estatales y no estatales para generar una reducción del riesgo de desastre existente. Y ahí debería de estar la Academia fuertemente involucrada, porque sabemos las capacidades limitadas que tiene el Municipio, la falta de estudios y el poco personal disponible.
¿Cómo involucrar a la ciudadanía para entender y planificar su vida en torno a estas vulnerabilidades?
Este problema se da realmente en casi toda la ciudad de Quito. Faltan programas que generen una cultura de riesgos adecuada, que permita que la gente de la ciudad tenga conocimiento de sus vulnerabilidades. También hay que generar capacidades en la comunidad para que la gente sepa qué hacer frente a estos eventos. Aquí funcionan estrategias como los sistemas de alerta temprana y la gente capacitada en los barrios como vigías comunitarios.
¿Cuál fue el efecto de la pandemia en la vulnerabilidad de Quito?
Pudimos darnos cuenta, durante los primeros meses de la pandemia de covid, que los mecanismos que se activaron fueron los mismos que estaban diseñados para la gestión del riesgo y que justamente las personas que fueron más afectadas por el virus eran las que estaban identificadas como vulnerables.
¿Entonces es gente que es doblemente vulnerable?
Nosotros no podemos de ninguna manera predecir cómo va a actuar la naturaleza ni cuándo lo va a hacer. Donde sí podemos incidir es justamente en la vulnerabilidad, en reducir estas condiciones negativas de la población para que sean más resilientes ante un evento.
En la pandemia, los más afectados fueron quienes no pudieron acceder a servicios de salud, los estudiantes que no tenían acceso a dispositivos móviles para asistir a las clases virtuales, las personas que no pudieron mantener sus trabajos. Hay que tratar de solucionar estas vulnerabilidades sin duda, pero buscando las causas de raíz.
Si estamos haciendo una obra de infraestructura correctiva, no estamos solucionando el tema de fondo y las vulnerabilidades se van a seguir reproduciendo una y otra vez. El riesgo va a seguirse repitiendo y los impactos van a ser cada vez mayores.
¿Hacia dónde están yendo las acciones?
Muchas veces los pedidos de la ciudadanía tienen que ver con rellenar las quebradas, encauzar los ríos, etcétera, y esas no son soluciones; eso causa más riesgo.
¿Cómo ves al Quito del futuro frente al tema de las vulnerabilidades?
Es muy, pero muy complicado. Existen al momento los instrumentos de política, existen las iniciativas, pero realmente no se ve en el territorio que estén funcionando bien. Estamos reproduciendo las vulnerabilidades y las condiciones de riesgo.
Tras varios años investigando las vulnerabilidades en Quito, ¿sientes que ha cambiado en algo la panorámica?
Yo te diría que definitivamente no. Se sigue manejando el tema de la vulnerabilidad de la misma manera que antes y un ejemplo claro es el aluvión que ocurrió hace años en la zona de El Pinar o el que sucedió en Pomasqui. Desde entonces ya se pudo haber gestionado sistemas de alerta temprana, proyectos de reforestación o impedir que nuevos asentamientos vayan hacia esas zonas. No se ha hecho. Son cosas realmente pequeñas que se pudieron haber hecho.