No me ha sorprendido leer en la carta de los lectores, las múltiples expresiones de respaldos y protestas personales gremiales e institucionales por la increíblemente injusta sentencia dictada contra el Dr. Carlos López A., cirujano con una larga trayectoria en su especialidad, y el reconocimiento de centenares de sus pacientes a lo largo de su labor profesional y humana.
El Hospital de Clínicas Pichincha, ubicado en la calle Ulpiano Páez, entre Ramírez Dávalos y Veintimilla, en el centro norte de Quito, dejará de funcionar a partir de las 23:00 de este viernes 16 de diciembre del 2016. Así lo comunicaron a la ministra de Salud, Margarita Guevara, los voceros de lo que fue el Centro Médico Quirúrgico Pichicha Sociedad Anónima (Cenmep S.A.).
La infraestructura, los muebles y el equipamiento de lo que fue el Hospital de Clínicas Pichincha, en el centro norte de la capital, fueron adquiridos por la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE).
Reacciones mediáticas a favor del Dr. López, marchas de sus colegas médicos bajo una misma bandera: “Dr. López inocente”, posts en facebook y otras redes sociales, testimonios de amigos y familiares, testimonios de antiguos internos en la clínica Pichincha, cartas a la edición en los periódicos del país. ¿Será que tienen algún punto de verdad? ¿Será que no todo es como lo pinta la sentencia que lo declara culpable?
En días pasados se pronunció la sentencia en casación que condena a dos médicos de la Clínica Pichincha por su actuación en la atención a la ciudadana francesa Charlotte Mazoyer, asesinada en Guápulo por individuos que fueron capturados, juzgados y recluidos por el asesinato.
Fue una de las consignas que se gritó, el pasado jueves, durante una marcha en respaldo a los doctores Francisco López y Carlos López, por el juicio que se les sigue de manera injusta. Muchos nos sentimos solidariamente afectados y desprotegidos, por una justicia ecuatoriana que no responde a la verdad, que se pone del lado del extranjero y no del nacional, que culpa a los médicos que intentaron salvarle la vida, poniéndolos a la misma altura del delincuente que disparó contra la Srta. Mazoyer.