Una alfombra gastada y gris lleva a la recepción. Detrás de una especie de jaula de metal y vidrio se distingue a un hombre. “No hay (habitación) disponible”, dice. Y recomienda buscar en un hostal al frente, en uno que funciona en el Centro de Quito. Allí existen cuatro hoteles que ahora son utilizados por trabajadoras sexuales.