Un pequeño barullo interrumpe el respetuoso silencio de la Secretaría de la Facultad de Biología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Son jóvenes alegres y bien comportados que solicitan instrucciones a su dinámico decano, para articular un nuevo desplazamiento grupal a la Estación Científica Yasuní.
El Parque Nacional Yasuní recibió esta designación en 1979 y fue declarado Reserva Mundial de la biosfera 10 años después por la Unesco.
Alcanza 982 000 hectáreas en la cuenca del alto Napo, en la Amazonía occidental, lo que le convierte en el área protegida continental más importante del Ecuador. El parque y la zona ampliada subyacente son considerados como la región más biodiversa de la Tierra, porque en el bosque amazónico denso conviven alrededor de 300 000 tallos de 1 150 especies de árboles y arbustos con al menos 1 cm de diámetro, con la comunidad más compleja de seres vivos que jamás se ha desarrollado durante los 4,5 millones de años de existencia de nuestro planeta. El parque cuenta con más especies de animales, por hectárea, que toda Europa. La variedad natural es tan grande que se han reportado 600 especies de aves, 80 de murciélagos, 150 de anfibios, 121 de reptiles, más de 270 de peces y un estimado de 100 000 de insectos. Coexisten cuatro grupos humanos de las nacionalidades más humildes dentro del matiz que integra nuestro país: los kichwas, también conocidos como naporunas, los no contactados tagaeri y taromenane y los waorani o aucas.
La colonización de estas áreas, ya para obtener el caucho, ya para extraer maderas, expandir la frontera agrícola o para desarrollar la actividad hidrocarburífera, ha cambiado el sonoro silencio de la selva por el monótono ruido las motosierras.
De la naturaleza provienen los alimentos, las medicinas e insumos para innovación, lo que ha constituido el motivo para que dos universidades construyan estaciones científicas en el Yasuní (la PUCE desde 1994 y la San Francisco) como centros de investigación en los que existe el convencimiento que la ciencia y la tecnología son esenciales para una sociedad saludable
y respetuosa de la vida. Un flujo importante de estudiantes y científicos, que los visita permanentemente, ha generado cientos de publicaciones a lo largo de las dos décadas de existencia de estas estaciones que agregan, a su actividad específica, la de divulgación y turismo.
Estudios moleculares y biológicos abundan en esta área y cada día hay nuevos descubrimientos: plantas de acción antiinflamatoria, secreciones de la piel de un grupo ranas que destruyen las células de la leucemia, árboles y exudados con efectos antibióticos, frutos y hojas con incontables resultados terapéuticos.
La magia oculta del Yasuní atrae a los estudiosos y entre ellos a los bulliciosos jóvenes investigadores, que apoyan sus inquietudes, curiosidades y optimismo en su diligente decano; pues juntos han dado vida a la estación y han develado para el mundo, secretos de los nativos ancestrales y de la generosa y compleja naturaleza.
*Columnista invitado