Ni cabría que tan solo unos cuantos grupos de jóvenes ambientalistas se pronuncien sobre el inicio de la destrucción del Yasuní, portento de la naturaleza ubicada en el espacio geográfico ecuatoriano, el que nos ha quedado. Hemos llegado al punto de que se hace imperiosa una movilización en defensa de aquel patrimonio nacional, protegido e intocable como así ha sido definido. Las universidades y politécnicas deben pronunciarse. Los movimientos sociales deben pronunciarse. Las Fuerzas Armadas deben pronunciarse. Las sociedades científicas y los gremios deben pronunciarse. La destrucción del Yasuní no es un problema político. Sin exageración alguna, al menos para mí es como si se pretendiera arrebatarnos de un pedazo del territorio nacional, del pequeño que nos queda.
Desventurado el espacio geográfico llamado Ecuador. Desastres ecológicos que no paran. En extinción el bosque tropical húmedo. Poco es lo que queda del manglar. El colchón de agua de los páramos andinos en curso de desaparecer. Los continuos derrames de crudo. La tala del cedro azul, inclusive del Parque Yasuní, imparable. El bosque nativo de la Sierra casi no existe ya. La exportación de maderas finas y de camarón en auge. Las plantaciones de pinos en extensiones enormes por encima de la cota permitida. Se diga lo que se diga hay evidencias de que se ha iniciado la destrucción del Yasuní, el de la mayor biodiversidad del mundo, definido como protegido e intocable por leyes que un Estado subdesarrollado es incapaz de hacer respetar. Si el presidente Correa da el paso que la historia no le perdonará ya se verá cómo en el precioso Yasuní se llegó a la mayor de las depredaciones de la naturaleza que recuerde nuestro desventurado país.
Sí, las Fuerzas Armadas también deben pronunciarse. Hace años, en esta misma columna (queda el documento escrito, qué maravilla), fui de la opinión que a las FF.AA. de nuestro país les correspondía defender tanto las fronteras externas como las internas. Entendiéndose como estas últimas las que aludían a los bienes que la naturaleza nos había otorgado y eran sujetos de depredación y de invasiones. Eran los tiempos en que se talaban sin consuelo los bosques tropicales y por la destrucción del manglar y las camaroneras se había iniciado la desertificación de la Costa. El precioso Yasuní merece ser defendido por todos. No estoy sugiriendo un golpe de Estado. Ante un desastre nacional anunciado el peor pecado que puede cometerse es el de la omisión.
Como los Estados Unidos necesitan para su colosal industria cantidades de petróleo cada vez mayores, pase lo que pase en el resto del planeta, no apoyaron la Iniciativa Yasuní-ITT. La decisión del presidente Correa debió haberles hecho felices a los responsables del futuro del Imperio, demócratas o republicanos.