“Yachay, otro fraude”

Era la frase que circulaba valientemente, desde hace años, en los pocos círculos universitarios críticos, que fundamentaron y denunciaron el faraónico delirio. Los otros “círculos”, aunque sabían la verdad, callaban sumisa y cobardemente, por miedo y oportunismo. Más tarde, desde dentro del esperpento, habló un rector, ratificó la crítica, denunció los latisueldos y salió disparado del país, temiendo algo contra su integridad. Hoy, con la visita del presidente Moreno a la “niña de los ojos” del caudillo, se desnuda y ratifica la hipótesis de estafa.

Al mesías, auto ubicado lejos, le llega poco del lodazal que creó. Son sus apóstoles que les toca asumir y dar la cara por las grandes fallas de su obra. El partido-iglesia, en vez de crear política, acorralado, levanta una defensa que huele a encubrimiento. Esa es su tragedia, previsible, ya que cuando siembras vientos, tarde o temprano cosechas tempestades. Un huracán recorre Alianza País. ¿El redentor se hará cargo de sus frutos?

Presidente Moreno, lo de Yachay, no solo es el tema de fallas gerenciales, o de presunta corrupción, o de pipones burócratas o de docentes extraordinariamente bien pagados, o de despilfarro; su problema es más profundo, es sobre todo de concepto, de sentido y modelo de reforma universitaria.

Si no se tiene claro eso, se corre el riesgo quedarse en las ramas en la solución; es de decir quedarse en bajar de 9 a 6 gerentes, de 17 asesores a 10, de 21 abogados a 15, reducir los sueldos, racionalizar el gasto y el personal; cuestiones que estarían bien, pero que dejan intacto al elefante blanco.

Yachay, la cereza del pastel de reforma universitaria correísta, fue concebida sin cable a tierra, descontextualizada, sin enlace con la realidad nacional e internacional.

Fue una burda y mecánica adaptación del modelo Silicon Valley a Urcuquí, con la finalidad de producir mercancía-conocimiento, para responder a ilusorios pedidos del mercado mundial, de las grandes multinacionales, y así generar imaginarias divisas. Una suerte de enclave colonial, o maquila de patentes sin relación con el sistema universitario nacional, peor aún con las demandas de investigación y conocimiento que requiere el desarrollo del país.

La descomunal corrupción en las áreas de petróleo y energía, nos descuida de mirar la novelería y presunta corrupción en educación. El magíster René Ramírez y el mesías PhD en Economía tienen que rendir cuentas. Tiene que investigarse financiera y penalmente no solo Yachay, sino también todas las universidades emblemáticas: Ikiam, UNAE y U. de las Artes. Investigar el gasto de IAEN, del Ministerio de Educación y de las Escuelas del Milenio. Pero básicamente evaluar las reformas educativas y el cuestionado Sistema Nacional de Evaluación, cuyo exdirector estaría por abandonar el país.

mluna@elcomercio.org

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