En la entrega anterior presenté varios modos de definir el voto. El voto pragmático que se define por la defensa de un interés particular (bono o la inversión posible), lo que no es lo más ventajoso para la sociedad. El voto según los ideales e ideologías, o según los programas de los partidos son votos más importantes para la sociedad pues definen caminos, opciones de sociedad y de políticas. Además del voto que se define pensando en el sistema político y de sociedad que un partido significa, está el voto que prioriza la continuidad o no del Gobierno.
Nos faltó tratar el voto protesta que es legítimo, a pesar del hecho que nuestra tradición normativa de querer encarrilar a la sociedad con las leyes no lo acepta. Pero en política como en la vida privada es legítimo y necesario expresar desacuerdos y rechazos. Sin embargo, ese voto debe lograr un significado para no ser nada. El voto nulo ha perdido significado en los resultados: ya no hace parte de los votos válidos cuando está expresando algo, por algo no es un voto en blanco, en muchos casos está diciendo no me satisfacen los candidatos o partidos, inclusive podría ser el “que se vayan todos”.
Pero la búsqueda oficial por dotarle de más posibilidades al Ejecutivo de ganar, ha vaciado de sentido al voto nulo.
Por eso valdría la pena darle otro significado al voto de protesta, al situarlo entre los votos válidos. Por ejemplo, definir un voto de rechazo a lo que uno no acepta o que por ética rechaza votando por la posición contrapuesta para que le haga contrapeso. Sería una definición ideológica o programática de rechazo. Lo mismo se puede hacer si se asume al sistema, considerar por ejemplo que no se acepta la concentración del poder y por lo mismo vota en contra de ello y escoge en consecuencia una lista que puede ser oposición significativa. En un mismo sentido, si considera que es necesaria la continuidad gubernamental, pero no la concentración del poder, se puede votar por otra lista de la presidencial al nivel de los legisladores para que existan pesos y contrapesos, algo de equilibrio entre los poderes. Se privilegiaría así que haya un balance que cumpla la función de vigilar, exigir precisión en las leyes, lo cual ayuda a mejorarlas, que controle las acciones del Ejecutivo, no sólo con fiscalización formal.
También puede ocurrir que no considera positiva la continuidad ni le satisfacen las otras opciones presidenciales, en ese caso anular el voto presidencial puede expresar ese desacuerdo, pero la convivencia democrática requiere que el Legislativo cumpla sus funciones, a pesar de nuestras posiciones u opciones políticas, y asuma el rol de ser un contrapeso al Ejecutivo. Conviene entonces optar por una lista que realmente significará una oposición efectiva.
El voto rechazo o protesta así no se desperdicia y adquiere un sentido de responsabilidad colectiva para los que así expresan su descontento.