Todo empieza en un tema psicológico. En serio. Porque cualquier cambio que se quiera hacer a la estructura productiva del país deberá arrancar por convencer a los inversionistas privados que pongan su plata y que apuesten por sectores distintos. Y eso incluye la psicología necesaria para convencerles que invertir en este país es seguro. Y, claro, también implica implementar todas las medidas económicas y regulatorias para que esos inversionistas vayan descubriendo los sectores en los cuales sea conveniente invertir.
O sea, es una labor titánica, pero hay que empezar algún momento porque si no el país no va a ser económicamente viable en el futuro, sobre todo ahora, cuando es evidente que el segundo ‘boom’ petrolero terminó y que hoy somos más dependientes del petróleo que antes del ‘boom’.
Póngale el nombre que quiera. Dígale cambio de la estructura productiva. Dígale dejar de ser dependientes del petróleo. Dígale progresar o desarrollarse. Hasta puede decirle cambio de la matriz productiva. La idea final es producir cosas que generen una riqueza que no dependa del petróleo. Sobre todo, que no dependa del buen precio del barril.
Y para eso se necesitan cientos o miles de millones de dólares que deberían invertirse en sectores poco dependientes del petróleo. Pero el habernos gastado hasta el último centavo de ingresos petroleros movió todos los incentivos en la dirección inversa, porque volvió rentables justamente a los sectores altamente dependientes del gasto público: consumo masivo, construcción, importaciones. Y como el gasto público depende del precio del crudo, profundizamos algo que ya estaba mal.
Al mismo tiempo, tanto gasto del Gobierno encareció toda la economía y volvió menos competitivos a todos los demás sectores, pero especialmente a los exportadores, porque ellos no pueden traspasar sus aumentos de costos a sus clientes. Y los exportadores son el sector menos dependiente del precio del petróleo. Son, precisamente, el sector al que más se debería apostar para romper ese “yugo servil” que tenemos con el petróleo.
En conclusión, al haber creado los incentivos para que se invierta en los sectores que dependen del gasto del Gobierno, la política económica de los últimos años nos hizo aún más dependientes del petróleo.
Si realmente hubiéramos querido cambiar la matriz productiva, deberíamos haber ahorrado una buena parte de los ingresos petroleros para no encarecer la economía y no incentivar que la inversión privada vaya a los sectores que ese mismo gasto volvió tan rentables. Pero nos gastamos todos los ingresos del petróleo y las ganancias se fueron justamente a los inversionistas que pusieron su plata en los sectores que no rompen con la dependencia del petróleo.
Por eso, hoy somos más dependientes que hace ocho años; por eso, hay que repensarlo todo.